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«La ignorancia y la falta de credibilidad en un referente hace que se crea al más alarmista»

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Félix Ares de Blas
Divulgador científico

Ligado de nuevo a la aventura divulgadora del KutxaEspacio de la Ciencia de Donostia, prepara un artículo sobre la telefonía móvil dentro de un próximo libro de la editorial Laetoli, titulado ``Cien timos''. Y esas frecuencias de emisión son las mismas que para el WiFi.

J.V.

Seguramente lo primero es saber qué es el WiFi...

Es un sistema de comunicación de datos. WiFi está en la banda que se usa en la televisión UHF, la televisión habitual que se utilizaba hasta el advenimiento de la televisión digital terrestre. Es decir, el WiFi no representa nada nuevo; es una emisión de radio en la gama de frecuencias que usa la televisión UHF, las ayudas a la navegación aérea, los enlaces de microondas para telefonía, el radar... La potencia de emisión de los equipos WiFi es muy reducida, tanto que apenas supera al ruido radioeléctrico que está en el ambiente.

¿Hay, entonces, resquicio para que el WiFi albergue algún tipo de temor entre las familias?

La respuesta corta es que no. Pero quisiera ampliarla un poco. Debemos ver la historia. La frecuencia que utiliza WiFi se ha estado usando desde hace muchos años en las ayudas aéreas, en las comunicaciones marítimas y en el radar. Eso implica, por ejemplo, que en un barco todos los que van en él han estado recibiendo estas radiaciones casi permanentemente. Recordemos que el radar emite en esas frecuencias y el radar está funcionando permanentemente para ver si hay algún peligro en el mar. Y lo mismo podemos decir de las comunicaciones UHF. La señal que salía de las antenas llegaba a todo el personal. Y recordemos que los equipos de comunicación UHF han sido habituales desde hace muchos años. Es más, en los aeropuertos hay radares con potencias enormes que inciden directamente en las personas que trabajan en su entorno... y nunca ha pasado nada.

¿Por qué, entonces, de la insistencia entre algunos grupos de alertar sobre estos sistemas?

Hay varias cuestiones. La primera es la ignorancia que lleva a una confusión entre `radiación', `radiación ionizante' y `radiactividad'. La mayor parte de la gente se cree que es lo mismo. Y no lo es. La radiactividad emite partículas y es una cosa absolutamente distinta. Tiene poco que ver con una radiación de radio que emite ondas electromagnéticas. Por su parte, en las radiaciones ionizantes, cuanto más alta es la frecuencia de una radiación más energía lleva cada `fotón. Lo que puede dañar el ADN y producir un cáncer es la energía del fotón. Pues bien, las frecuencias de WiFi son medio millón de veces inferiores a las necesarias para producir ionización. Es más, quiero incidir en otro detalle, todos los cuerpos emiten calor. Nosotros, las paredes de las habitaciones, lo que nos llega del Sol... Pues resulta que cada fotón de calor es mil veces más energético que el fotón de WiFi.

¿Pero es posible que los niveles de emisión actuales que hoy son inocuos mañana pueda descubrirse que son nocivos?

No solamente lo considero poco probable, sino imposible. Tenemos cien años de experiencia de personas que han estado sometidas gran parte de su vida a las radiaciones de radio sin que haya pasado nada y, además, estamos inmersos en un mar de radiaciones electromagnéticas del que no podemos huir. Enciende la radio en un punto del dial que no haya emisoras, ¿qué escuchas? Ruido. ¿Y qué es ese ruido? Emisiones radioeléctricas de fondo, inevitables. Enciendes la televisión en canal sin emisión, ¿qué ves? Nieve. ¿Y qué es la nieve? Las radiaciones electromagnéticas que proceden del cosmos. Los restos del Big Bang. Pero es que los límites están puestos a unos niveles ridículos, cientos de veces por debajo de lo que podría ser perjudicial. Los legisladores han sido tremendamente cautos y han hechos leyes tremendamente restrictivas.

¿Por qué es tan difícil luchar contra este tipo de miedos?

Hay varias razones. Una es la ignorancia. Otra es la falta de credibilidad en alguien. Hay una necesidad imperiosa de un referente, un árbitro en el que podamos confiar. Un arbitro neutral. Un árbitro que se base en pruebas y no en creencias o sentimentalismos. Un árbitro que haga experimentos. Pero al no haber un referente pueden surgir ideas aberrantes. ¿Y los políticos? Si las encuestan les dicen que decir que el WiFi es malo les va a dar algunos votos, lo van a decir, con independencia de que sea verdad o mentira.

Con este panorama, la gente normal no sabe qué hacer, no sabe a quién creer y muchas veces cree al más alarmista... Eso no quita para que la discrepancia deba existir. Pero la diversidad de opiniones no debe paralizarnos. Debemos crear un ente que sea capaz de decir «con los conocimientos actuales las Redes WiFi no son peligrosas». Lamentablemente, ese referente no existe y ése es uno de los motivos por los que es tan difícil luchar contra los seudocientíficos. Y la alarma vende más que la normalidad.

 

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