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La voracidad de las farmacéuticas amenaza con infectar todo el sistema sanitario

El poder de las multinacionales farmacéuticas amenaza a las instituciones de la salud. De ello habló en Iruñea el experto Juan Erviti -antes en Osakidetza y ahora en Osasunbidea-. Dio datos como que el 30-40% del gasto en medicamento es para «propaganda».

Aritz INTXUSTA

Con el despilfarro de la gripe A aún en la retina, la credibilidad de la industria farmacéutica vive momentos críticos. La propia Organización Mundial de la Salud está siendo investigada para ver hasta dónde llegan los tentáculos de las multinacionales del medicamento. En este contexto, el médico Juan Erviti fue invitado anteayer por el Foro Gogoa para explicar dónde se encuentran las grietas del sistema. Erviti ha trabajado en Osakidetza y actualmente ejerce de filtro entre la industria farmacéutica y Osasunbidea. Es el jefe del comité que asesora al servicio navarro de salud sobre qué medicamentos conviene ad- quirir, sin dejarse llevar por la propaganda de las grandes compañías.

Este experto denunció las presiones a las que se somete a los médicos. Según sus datos, entre el 30 y el 40% del precio final de un medicamento se destina a gastos de propaganda y en convencer y sobornar a los médicos para que los prescriban.

Erviti sostiene que sólo el 15% de los medicamentos que se patentan cada año, son verdaderas innovaciones. El 85% restante son alteraciones de moléculas para dilatar el derecho de la patente o medicamentos que, directamente, no aportan nada nuevo. «Dos terceras partes de ese 15% realmente innovador son descubiertas por el sistema público de salud de EEUU», explica. Sin embargo, la ley Bay Dohle, elaborada en principio para incentivar el trabajo de los funcionarios, permite a los investigadores públicos estadounidenses vender sus patentes a las grandes compañías farmacéuticas. «Esto supone para EEUU pagar los medicamentos dos veces. Primero sufraga la investigación y después debe pagar a los laboratorios por el medicamento que él mismo han creado».

Este médico se atreve a afirmar que «no existen garantías de que los ensayos clínicos (los que demuestran la efectividad de un medicamento) sean ciertos». Para ello destaca, entre otros, el ejemplo del Tamiflú, uno de los dos únicos fármacos capaces de combatir la gripe A. El laboratorio Roche se negó a prestar los datos de sus ensayos y, cuando se trató de hacer un metaanálisis sobre su efectividad, éste apuntó a que el medicamento era nulo o no significativo.

Esta opacidad para acceder a los ensayos, según Erviti, supone «una violación de la declaración de Helsinki», un documento que deben firmar quienes se prestan para un ensayo clínico y que se resume en que el enfermo tiene derecho a disponer de toda la información sobre lo que está tomando.

Corrupción en lo más alto

Las dos principales agencias que autorizan el uso de un medicamento son la EMEA (Europa) y la FDA (EEUU). Con los datos que maneja Erviti, su independencia puede ser más que cuestionada. La FDA se financia en un 40% con fondos directos de la industria farmacéutica (a lo que habría que sumar las acciones con las que cuentan algunos de sus miembros en diversas compañías) y la EMEA recibe de las multinacionales el 67% de sus recursos.

Sendos escándalos han hecho tambalearse la credibilidad de estas instituciones. La EMEA realizó un informe desfavorable sobre Erlotinib, un medicamento contra el cáncer. El laboratorio, también Roche, presionó a la organización europea forzándola a que un nuevo grupo de expertos de su elección lo analizara, y acabó aprobándolo. Por su parte, la FDA dio el visto bueno a Vioxx a pesar de que podía provocar infartos. El 30% de los expertos que lo aprobaron tenían acciones en el laboratorio interesado, Merck. Las denuncias de usuarios obligaron a Merck a retirarlo porque no le era rentable.

Sin embargo, la mafia farmacéutica salpica también el mundo de la política. Erviti explica que este fenómeno ya se denomina «puertas giratorias», en referencia a las personas que salen de las multinacionales de la farmacia para ocupar puestos en el gobierno y viceversa. El experto apunta que la próxima batalla entre salud pública e interés económico se vivirá en Bruselas. Los eurodiputados debatirán una propuesta que podría abrir la puerta a los laboratorios para publicitar sus productos directamente. Algo que «podría tener unas consecuencias terribles», según el técnico de Osasunbidea.

 

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