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Raimundo Fitero

Réplicas

Ya puedes buscarte estrategias de huida de la tozuda realidad, que no hay manera, aunque intentes bloquear los sentimientos. Una réplica del terremoto de Haití nos coloca de nuevo ante la impotencia, lo impensable, el horror. Parecía que informativamente se entraba en la fase valle, la del cansancio, cuando un acontecimiento va ocupando otro lugar en los informativos, menos preponderante, con menos espacio, pero esa sensación ha durado muy poco, ha sido un espejismo roto cuando apenas se vislumbraba un respiro, porque la naturaleza nos vuelve a advertir, nos manda un nuevo mensaje que deberemos descifrar para poder transitar por las próximas horas, días o semanas.

¿Hay gobierno en Haití? Si la respuesta es positiva, el verbo está mal conjugado, y deberíamos decir que había, hubo, probablemente, un gobierno, porque desde la catástrofe, a los ciudadanos de este lado de las parabólicas, los satélites y las digitales, se nos ha ocultado, ni lo hemos visto, ni hemos escuchado ninguna declaración de ningún alto cargo, ministro, secretario o algo parecido, ni sabemos exactamente a qué se dedican en estos precisos momentos. No forman parte de nuestro paisaje televisado. Pertenecer a un Estado frustrado, inexistente, fracasado o como quieran llamar a estos países que han sufrido las botas de varias colonias, invasiones de toda clase y magnitud, es no existir nada más que para ser explotado, aunque se esté en el Caribe.

Los haitianos han sufrido en sus carnes, desde muchas generaciones, todas las vejaciones, abusos y extorsiones que se puedan imaginar. Su economía es inexistente porque las metrópolis que los administraban se lo llevaron crudo y posteriormente los grupos que han gobernado han sido simples sombras alargadas de los que aparentemente se fueron. Represión, violencia y desgracia. Estas son las réplicas constantes de su historia. La primera sepultada de este segundo terremoto va a ser la esperanza. La justicia se había derrumbado hace siglos, y cooperantes, ejércitos, políticos y periodistas deben asumir su responsabilidad. Primero es necesario que solvente lo urgente, pero después no pueden olvidarse de los supervivientes.

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