El municipal Teatro Campos de Bilbao ha quedado maravilloso. La rehabilitación realizada bajo el auspicio de la SGAE es magnífica, una inversión apabullante, que ha creado un edifico moderno, con instalaciones realmente importantes, no solamente para la práctica de las artes escénicas y musicales, sino también para la restauración y como sede de la propia sociedad de gestión. Desde que se iniciaron las obras de manera cíclica se presenta en sociedad, se hacen la foto de rigor sus responsables, dan una fecha para su inauguración y quedamos todos boquiabiertos, porque la verdad sea dicha, tienen un discurso propagandístico que asusta. El problema es que es tan hueco, que no convence. Por ello quedamos a la espera de la noticia de verdad, su apertura a la sociedad, su utilización como sala de exhibición.

El Campos forma parte de un proyecto inmobiliario y de signos mayestáticos que está llevando a cabo la directiva ejecutiva de la SGAE, con mucha crítica externa y alguna, incipiente, aunque en crecimiento, interna. Se llama Arteria el asunto y se trata de una red de teatros en Bilbao, Barcelona, Madrid, Buenos Aires, Sevilla, Valencia, México, Nueva York, todos ellos comprados o cedidos por instituciones públicas, rehabilitados la mayoría, pero también alguno de nueva planta, realizado todo con grandes presupuestos.

La inversión es tan descomunal, su proyección tan imponente, que parece una intención de copar todo el proceso, de convertir la SGAE en una productora universal al uso, algo que no acaba de entenderse en su totalidad. Es tanto el dinero que parece correr por esta arteria, que algunos ya detectan algún aneurisma que puede poner en peligro el proyecto, y los más pesimistas dicen que están hipotecando el futuro de los propios autores. Lo cierto es que el Teatro Campos es un buen instrumento, pero se desconoce si tiene un programa, qué programación ofrecerá a la ciudadanía, cómo va a sufragar el mantenimiento de sus instalaciones y personal. Esperaremos noticias, porque a lo mejor hay milagro.