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Análisis | La campaña de imagen de Patxi López

Una Euskadi para Madrid

En dos semanas el lehendakari ha iniciado una intensa campaña de imagen que todavía tendrá continuidad el lunes con la presentación de la nueva web «irekia», cita en la que intentará rodearse de blogueros y ciberperiodistas. Patxi López busca hacerse visible ante una sociedad que dice que no conoce o no valora su labor.

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Iñaki IRIONDO

Por fin Patxi López ha desvelado el secreto del lema turístico de Euskadi». Con esta cancioncilla estuvieron en EiTB la noche del miércoles y la mañana del jueves, como si alguien en este país hubiera perdido el sueño por el eslogan de marras. Para simular expectación, primero se generó una necesidad ficticia («ni el consejero de Industria y Turismo lo conoce») y luego se le dio una solución con enorme trompetería y una fiesta por todo lo alto. Total, para un «Euskadi, saboréala» que copia de un sinfín de campañas anteriores -Asturias, Valencia... por no hablar del «Saborea España»-.

No es más que un lema turístico (un instrumento publicitario, nunca un fin), pero a su vez se ha convertido en un paradigma de la forma de gobernar de Patxi López. Así lo quiso presentar el propio lehendakari al afirmar que «hoy mostramos al mundo la nueva Euskadi. Un país plural, formado por miles de identidades, competitivo, solidario y sostenible». Pero también se podía decir que deja en evidencia a un Gobierno que genera expectativas infundadas, alimentadas por su enorme apoyo mediático, que acaba resolviendo de manera torpe, sin conseguir siquiera ser original.

En cualquier caso, el acto fue toda una declaración de intenciones. En primer lugar es destacable que la primicia sobre algo que se considera importante para la CAV se dé en Madrid. Se podrá aducir que, al tratarse de un acto de fomento del turismo, éste debe hacerse allí donde se pueden atraer turistas. Y ello tendría lógica si no fuera porque la mayoría de los asistentes al fiestón eran vascos. Unos pocos, vascos que viven o pasan largas temporadas en Madrid pero ya conocen esta tierra a la perfección; y los más, vascos que se desplazaron hasta Madrid con los gastos pagados sólo para acudir al acto. De hecho, madrileños debía de haber pocos más que Esperanza Aguirre, Alberto Ruiz Gallardón, Miguel Sebastián....

¿No hubiera sido más útil organizar el acto en Euskal Herria e invitar a saborearla a cien líderes de opinión, marcadores de tendencias y operadores turísticos, y no a tanto cargo institucional? Si se tratara de promocionar las excelencias turísticas del país, sin ninguna duda. Pero lo que se pretendía era vender la marca del «gobierno del cambio» y desplazarse «a la capital de España» era parte de la estrategia comunicativa. Por fin un lehendakari que va a Madrid no para montar bronca o reivindicar, sino a ofrecer una imagen «amable» y de «normalidad».

La venta de una supuesta «normalidad» se ha convertido en una obsesión para el Gabinete de López. Cada vez que tiene la oportunidad hace su retrato de «la situación cuando llegamos al gobierno, después de una década de políticas soberanistas, de conflicto y desafío permanente del Gobierno Vasco al Estado constitucional común y, en medio de un clima político tremendamente crispado (con planes y consultas, con debates identitarios que sólo servían para dividirnos y enfrentarnos)». Y ello para, a renglón seguido, asegurar que en «tan sólo ocho meses hemos sido capaces de cambiar radicalmente esa realidad. Hoy la política en Euskadi ya no camina por esos derroteros de crispación y de confrontación permanente. Hoy el debate político es más sereno, más tranquilo, más acorde con las verdaderas necesidades de la sociedad vasca». Lo dijo al día siguiente de la presentación turística en el «Foro Nueva Economía», también en Madrid, en el Hotel Ritz.

Un dibujo tan pueril, tan en blanco y negro, sólo pueden comprárselo al lehendakari fuera de Euskal Herria. La cacareada «serenidad» del debate interpartidario ha quedado plasma- da esta semana con el rifirrafe sobre gallinas y huevos que han mantenido PSE y PNV. Pero antes tuvo episodios como los del verano con las fotos de presos, que llevó al Ejecutivo a enfrentarse incluso con ayuntamientos del PNV; cabe recordar también lo sucedido tras la convo- catoria de manifestación por Eduardo Puelles; o, a otro nivel, las decisiones sobre el mapa de ETB y la emisión del discurso del Rey de España.

En cuanto a la ausencia de desafíos del Estado, la explicación es que en la CAV se ha instalado un gobierno que es una sucursal del de Madrid, hasta el punto que es incapaz de levantar la voz ni cuando Zapatero le «chulea» la transferencia de las políticas activas de empleo para lograr el apoyo jeltzale a los pre- supuestos generales.

El problema que tiene este Gobierno es que se sabe débil en la confrontación política, pues es consciente de que su mayoría en escaños no concuerda con la voluntad popular. De ahí que su mayor empeño sea el de «despolitizar» el debate público, para lo que EiTB tiene encomendado un papel fundamental.

En esta estrategia de camuflaje se inserta el concepto de que el nacionalismo vasco impone «una identidad», mientras que el Gobierno de López defiende «la libertad y la diversidad de identidades de los ciudadanos». Una trampa de manual. Nadie pone en duda que cada ciudadano o ciudadana puede tener o sentir la identidad que quiera. Lo que sucede es que sientas la identidad que sientas la única legalmente válida es la española. Porque por encima de la libertad del individuo hay una estructura estatal que se impone. Y el problema radica en que la «suma de identidades», la «convivencia de los distintos» que propone en sus discursos el lehendakari, se hace bajo las reglas de la minoría.

Quien de verdad defendiera la «libertad y diversidad de identidades» y su «suma» debería dar a la ciudadanía la opción de elegir libre y democráticamente sobre qué identidad común quiere organizarse y estructurar una comunidad. Eso que los clásicos llamaban derecho de autodeterminación. No parece que ésa sea la intención de Patxi López, quien repite últimamente que «no queremos enfrentar un uniforme a otro», consciente, claro, de que todos los uniformados están de su parte.

Únicamente desde la concepción de una imagen de Euskadi pensada para Madrid se puede llegar a decir que es «el oasis en medio del desierto de la crispación en que se mueve hoy la política en España». Según el lehendakari, «en sólo ocho meses hemos pasado de tener una Euskadi conocida por sus conflictos a ser una Euska- di envidiada por su forma de hacer política en el panorama español».

Cabría recordar que la forma de «hacer política» de PSE y PP en la CAV se basa en la exclusión de en torno al 15% del electorado. No sólo hay una opción ilegalizada, forzada a moverse en la clandestinidad, sino que prácticamente cada día se produce una actuación policial por motivos políticos como la defensa de los derechos de los presos o la denuncia de torturas, mientras el terreno de la libre expresión pública en la calle se reduce de manera ostensible.

Además, este supuesto oasis carece de un consenso interno mínimo siquiera sobre su propia estructura básica, y son mayoría quienes creen que es necesario cambiar o romper su encaje en el desierto español. Un país con un conflicto nacional tan marcado e irresuelto mal puede ponerse como ejemplo de nada.

Por otro lado, y dado el foro en el que se encontraba, resulta extraño que nadie hiciera notar a López que en su oasis son miles las personas que viven con guardaespaldas. ¿Imaginan lo que habría ocurrido, la que se habría armado, si lo del «oasis» lo hubiera dicho Ibarretxe?

Lo que ocurre es que López cuenta con el apoyo de la enorme maquinaria comunicativa favorable al unionismo y le perdonan todo, incluso la afirmación de que la sociedad vasca ha asumido «tan rápidamente el cambio» que «no lo valora en este momento», o que las encuestas que le daban resultados tremendamente negativos han sido ya «superadas» por la realidad. Cabe recordar que apenas tres días antes de la publicación del último «Euskobarómetro», la portavoz del Ejecutivo, Idoia Mendia, decía que «Patxi López ha subido muchísimo en los últimos meses, entre la última encuesta y la anterior se nota que es el único líder que sube con respecto al resto». Luego llegó Paco (Llera) con las rebajas.

En apenas unas semanas, el Gobierno ha pasado del espasmo a la negación de la realidad. Primero dijo que tenía un problema de comunicación y actuó en consecuencia, con una campaña de promoción de Patxi López que lo ha tenido en los medios casi todos los días. Ahora pretende hacer ver que todo ha quedado superado como por arte de magia.

Son muchos los expertos que reconocen que lo que le ocurre al Ejecutivo autonómico no es que tenga un problema de comunicación sino de producto. Se ha destacado mucho el 71% de encuestados que desconfían del Gobierno, según el último «Euskobarómetro», pero el dato más relevante es que el 65% está en contra del pacto PSE-PP y apenas un 18% a favor. La confianza es una cuestión de intuición. El desacuerdo es un principio ideológico difícilmente alterable. Y la mayoría de las vascas y vascos es ideológicamente contraria a lo que representa el tándem López-Basagoiti.

Ése es el fondo de la cuestión, lo que la propaganda del Gobierno López pretende enmascarar: que su opción, su cambio, carece de apoyo social en Euskal Herria, por mucho que le aplaudan y premien en Madrid. Habló López en la puesta de largo de su «Euskadi, sabo- réala» de «fascinar» a España. (A la memoria viene el «cautivar» de Josu Jon Imaz). Parece estar consiguiéndolo.

Tan entusiasmados, fascinados y cautivados se muestran del Ebro para abajo con el lehendakari que los hay que incluso han puesto en circulación su nombre como sustituto de José Luis Rodríguez Zapatero. La especie ya se comentaba en setiembre, según contó entonces el diputado del PNV Josu Erkoreka en su blog, pero en estas fechas ha ganado fuerza hasta el punto de que en el foro del jueves se lo preguntaron directamente al propio López. Y él respondió en serio diciendo que en el seno del PSOE no está abierto el debate sobre la sucesión de Zapatero, quien a su juicio debe repetir en las próximas elecciones generales. Además, defendió que el partido debe anunciarlo oficialmente cuando cubra sus plazos y procedimientos. «Descarto radicalmente otra cosa que no sea ser lehendakari del País Vasco», concluyó.

Patxi López es lehendakari de una comunidad que según las encuestas desconfía de él y está en contra de su política, y que según su propia visión o no le entiende o no se entera de lo que pasa ni lo valora. Y, sin embargo, es vitoreado y agasajado como un héroe en la metrópoli. Con la ayuda de su corte mediática, está inventándose una Euskadi para Madrid que termine haciendo verdad el titular que la web de RTVE colocó a la presentación de la campaña turística: «Madrid, capital de Euskadi». Sólo le falta ya fascinar también a las vascas y vascos.

 
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