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Brown declarará por la guerra de Irak antes de las elecciones

Gordon Brown ha aceptado declarar ante la comisión que investiga la participación de Gran Bretaña en la guerra de Irak antes de las eleccciones generales, previstas para el 6 de mayo. Antes lo hará Tony Blair, máximo responsable de arrastrar al país a una guerra que, además de causar cientos de miles de muertos, ha hundido a los laboristas.

Joaquín RÁBAGO

La comisión que investiga la participación de Gran Bretaña en la guerra de Irak está teniendo un efecto boomerang y amenaza con convertirse en un auténtico desastre para el primer ministro, Gordon Brown, que pretendía distanciarse con ella de su predecesor, Tony Blair.

Según se anunció ayer, el líder laborista tendrá que comparecer ante el grupo de historiadores, diplomáticos y otros expertos dirigidos por John Chilcot antes de las próximas elecciones generales, previstas para el 6 de mayo.

Con anterioridad, el viernes próximo, lo hará el propio Blair, máximo responsable de arrastrar a este país a una guerra que, además de causar cientos de miles de muertos, ha desprestigiado al país en buena parte del mundo islámico y ha constituido, desde el punto de vista de la política interna, un auténtico descalabro para los laboristas.

Dos días antes, el 27 de enero, comparecerá el ex fiscal general, Peter Goldsmith, quien unos días antes de la invasión del 20 de marzo de 2003 defendió ante el Parlamento la «legalidad» de la guerra, pese a la ausencia de una resolución de la ONU.

Al dar el visto bueno a la comisión, Brown, que pretendió en un principio que sus trabajos fueran secretos, previendo lo que podía ocurrir, tuvo que someterse a las presiones del resto de los partidos y aceptar finalmente que sus audiencias fueran públicas salvo si su presidente decidía lo contrario en algún caso concreto.

Así, gracias a la amplia cobertura de los medios, todos los días, el público confirma algún detalle que ya sospechaba o sabía: que la decisión de atacar a Irak se tomó con falsos pretextos como la supuesta capacidad de Saddam Hussein de lanzar un ataque con armas de destrucción masiva en un plazo de sólo 45 minutos.

Ni Tony Blair, ni el presidente de EEUU, George W. Bush, esperaron a que los inspectores de Naciones Unidas terminaran su trabajo porque ambos habían decidido hacía ya tiempo deshacerse de Saddam que, a diferencia de otros gobernantes autócratas, les había desafiado y les molestaba especialmente.

«Un error»

En su testimonio del jueves ante la Comisión Chilcot, el entonces ministro de Exteriores y hoy titular de Justicia, Jack Straw, reconoció que había sido «un error» incluir en el dossier sobre el arsenal de Hussein la afirmación sobre esa supuesta capacidad destructora, «un error que nos ha perseguido desde entonces», agregó.

Declaró que la decisión de declarar la guerra a Irak junto a EEUU fue «la más difícil» de su vida y admitió que si él se hubiera opuesto, seguramente Gran Bretaña no hubiera podido participar en la contienda.

En una declaración escrita previa, el ministro laborista dijo el asunto de Irak le planteó «un profundo dilema moral y político», pero que finalmente optó por apoyar la invasión y nunca se ha «retractado».

Pero uno de los testimonios más perjudiciales para Brown fue el del ex director de comunicaciones de Tony Blair, Alastair Darling, que declaró ante la comisión que Brown, que era durante la guerra ministro de Hacienda, formó parte del círculo interno de ministros y asesores a los que el entonces primer ministro consultaba en relación con la guerra de Irak.

Para complicar aún más la situación de Brown, su correligionario y ex ministro de Defensa Geoff Hoon acusó al primer ministro de haber negado al Ejército británico financiación estratégica antes y después de la invasión de Irak. Según denunció, Brown no consideró oportuno gastar la enorme cantidad de dinero en efectivo recaudado por el Gobierno el año anterior.

No resulta pues extraño que Nick Clegg, dirigente del Partido Liberal Demócrata, el único partido que se opuso desde el principio a la invasión del país árabe, exigiera el adelantamiento de la comparecencia de Brown.

El presidente de la comisión quiso en un principio fijar esa comparecencia para después de los comicios generales para evitar su politización, pero ésta es ya un hecho.

El propio primer ministro escribió a John Chilcot ofreciéndose para prestar testimonio «en cualquier momento», incluso antes de las elecciones, pues no tenía nada que ocultar, y aquél ha decidido tomarle la palabra.

La guerra de Irak, con su triste balance de al menos 178 británicos muertos y miles de heridos, sin contar los cientos de miles de civiles iraquíes fallecidos durante o tras la invasión, fue la causa principal de que muchos británicos volvieran la espalda a Tony Blair y confiaran en que Gordon Brown les ayudara a olvidar el conflicto, algo que, a la vista está, no ha sucedido.

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