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Maite SOROA | msoroa@gara.net

Otra vez el obispo Munilla

Cuando José Ignacio Munilla regresó a Donostia hubo quien habló de «un obispo mediático». ¡No lo sabía bien! Después de las primeras escandaleras daba la impresión de que el asunto desaparecería de la pantalla pública, pero hay quien se empeña en elevarle a los altares por la vía del martirio.

Ayer en «La Razón», Carlos García Braun insistía en cantar la gloria del obispo y sus padecimientos: «En el linchamiento de monseñor Munilla destacó una declaración de doña Elena Valenciano, que es nada menos que secretaria de Política Internacional del PSOE: `Hasta su aspecto físico es desagradable, pero lo que no sabíamos es que Munilla es un obispo sin alma'. ¿Se imagina usted lo que sucedería si alguien dijera algo parecido de un dirigente de la izquierda? ¿Se imagina la que se montaría si alguna ministra socialista fuera descrita como fea y desalmada?». Lo de feo no tiene pase, es cierto, pero lo del alma...

Y es que, según Rodríguez Braun, «si uno no forma parte de la elite progresista, puede ser objeto de cualquier agresión, y gratis (...) porque el progreso, la igualdad y la tolerancia son sólo para algunos, mientras que quien no sea de izquierdas no disfruta de derechos, ni de protección, ni de tolerancia». Se ha pasado de frenada.

Y ahora llega al meollo del asunto: «José Ignacio Munilla ha padecido el mismo e instructivo sectarismo. Simplemente todo el llamado progresismo dio por sentado que él había proclamado que la pobreza espiritual de España es un mal mayor que la tragedia de Haití. ¡Y a por él, camaradas, a arrancarle las tripas! Hasta el propio Bono, hablando de arrancar, el mismo Bono que aprobó lo del aborto, reprochó al obispo de San Sebastián por ser `extremadamente conservador', lo que no viene a querer decir extremadamente bueno. Por supuesto, monseñor Munilla no había dicho eso ni por asomo, sino que estaba intentando abordar el antiguo problema de cómo conciliar teológicamente la bondad de Dios con el sufrimiento de tantos inocentes en este mundo».

Trola, y muy grande. Yo le escuché y dijo lo que dicen que dijo.

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