Tras el derroche navideño, enero suele ser un mes empinado, en el que cuadrar las cuentas resulta complicado. Claro que también es el de las oportunidades, hay quienes saben pescar en las rebajas y sacar rédito de la época de vacas flacas. Algo así les ha ocurrido a Athletic y Osasuna en la competición liguera, los primeros han sufrido el rigor de estos primeros treinta y un días de año y los segundos han sido capaces de sacar una suculenta tajada.

Cara y cruz de la misma moneda, los rojiblancos, con la única excepción del gran triunfo sobre el Real Madrid y el empate que supo a poco en La Rosaleda, han ido tropezando en sucesivos resultados adversos, no sin dejar claro que todos ellos han sido en campo rival. Mientras tanto, los navarros recuperaban la autoestima a base de sumar triples, tres consecutivos en las últimas jornadas.

Curiosamente, la trayectoria se invirtió a raíz de que ambos conjuntos midieran sus fuerzas en el derbi de San Mamés. Por aquel entonces, el Athletic era un conjunto intratable y efectivo, tanto en ataque como en defensa, situación que padeció en propias carnes Osasuna, quien fue una brizna de hierba zarandeada por el vendaval vizcaino.

Sin embargo, la tendencia se ha ido invirtiendo con el inicio de 2010. Bien es cierto que las dos escuadras vascas iniciaron el nuevo decenio con una dura prueba que superaron con gran nota. La Catedral y El Sadar recibieron al galáctico club merengue, que se vio obligado a hincar la rodilla en la primera y no pudo pasar del empate en el estadio iruindarra, cuajando nuestros equipos sobresalientes actuaciones, especialmente en la contención.

Dinámicas contrapuestas

Pero luego las dinámicas no han corrido por caminos paralelos, sobre todo en el rendimiento como visitantes. Los de Camacho han apretado el acelerador después de la bronca pública que les echó su técnico a la conclusión de la derrota en Riazor.

Negro panorama era el que se presentaba tras caer 1-0 ante el Depor, con la visita de un rival directo a Iruñea como era el Espanyol y dos salidas consecutivas, pero los rojillos han solventado ese recorrido de obstáculos con otros tantos triunfos. Tan bien se le han dado a Osasuna sus desplazamientos que, a día de hoy, suma más puntos como foráneo que como casero.

Bien diferente ha sido el recorrido de los de Caparrós. El de Utrera ha ido viendo cómo los resultados positivos fuera de casa han dejado paso a una sucesión de marcadores adversos -sólo uno de los doce últimos puntos posibles lejos de San Mamés-, paradójicamente unas veces acompañados de un gran nivel futbolístico -la primera parte de Riazor fue un ejemplo-, pero en las más recientes por un juego ramplón y con escaso mordiente, como se pudo apreciar en el choque contra el Espanyol.

Como dato sintomático, la escuadra vizcaina volvió a encajar gol en la segunda parte, una sangría de la que no consigue sanar, circunstancia que está haciendo mella en la moral de la tropa. «Eso nos está matando», reconocía ayer mismo Markel Susaeta, quien sólo se atrevió a constatar que «habrá que evitarlo», pero sin recetar una medicina para ello.

Todo ello ha traído consigo que la diferencia clasificatoria que hasta hace bien poco distanciaba a ambos equipos hasta la decena de puntos, ahora se haya visto rebajada a poco más de un partido de distancia y que los objetivos tan divergentes -el Athletic optaba a Europa y Osasuna, a la salvación- se vean ahora bastante más próximos. Los navarros, además, tienen que hacer de anfitriones en el derbi de la segunda vuelta, lo que podría traer consigo un mayor recorte de la desventaja.