Zapatero aprieta más las tuercas al empleo
Los últimos datos que arrojan los principales indicadores económicos dibujan un dramático panorama económico en el Estado español, que ve con evidente desesperación cómo mientras el mundo comienza a abandonar paulatinamente la crisis, ésta se atrinchera con fuerza en su tejido productivo y atenaza los resortes hasta amenazar con el colapso. A los pésimos datos del paro en enero se ha sumado una nueva caída del PIB en el cuarto trimestre del pasado año y una debacle en la Bolsa que hace presagiar un periodo todavía largo y severo de penosa travesía por el desierto.
Esta perspectiva, tras dos años de errática política económica, ha encendido todas las alarmas electorales en la Moncloa. Cada nuevo dato que se conoce acerca un poco más al abismo a Rodríguez Zapatero, cuyo gabinete atraviesa sin duda sus peores horas. Y, ante el acoso, interno y externo, el PSOE ha hecho uso del as marcado que hace tiempo se veía asomar por la manga de Zapatero: un nueva reforma laboral. Difícilmente la respuesta habría podido imaginarse más patética, porque los más de cuatro millones de parados convierten en rueda de molino la hostia con la que pretenden hacer comulgar a la castigada opinión pública.
Primero fue la ampliación de la edad laboral hasta los 67 años y ahora el abaratamiento de los despidos a los jóvenes, entre otras ocurrencias. En aras de la competitividad, el PSOE trata de ganarse el favor del empresariado (que se ha apresurado a aplaudir la iniciativa) mientras mira con ojos de cordero a los sindicatos de obediencia estatal, hasta la fecha indigna tabla de salvación de sus políticas socialmente más retrógradas y neoliberales. Y se atreven a esgrimir la dualidad entre trabajadores con empleo estable y contratados con empleo temporal, cuando han sido ellos y no otros quienes han parido, reforma tras reforma, ese engendro laboral que se encuentra en la misma base del desmesurado porcentaje de desempleo que asfixia a una sociedad al borde de la quiebra.