Muy discreto desde su nombramiento, el primer presidente permanente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, pasa hoy un primer examen importante organizando una cumbre dominada por la crisis griega, que va a hacerle salir de la sombra en un momento en el que Europa está siendo criticada por su falta de visibilidad. Se espera a Van Rompuy con cierta confusión en torno a la puesta en marcha de las nuevas instituciones con una cuestión que sigue sin responderse: ¿Quién habla en nombre de la UE?

La cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la UE convocada para hoy en Bruselas es idea suya. Se espera un cambio después de que haya adoptado un perfil muy bajo desde su toma de posesión a comienzos de diciembre, pese al riesgo de aparecer transparente, rechazando cualquier entrevista sobre asuntos europeos.

El antiguo primer ministro belga de 62 años, nombrado para este puesto creado por el Tratado de Lisboa, ha hecho de la discreción su seña de identidad. Van Rompuy se ciñe estrictamente al texto que le convirtió en presidente del Consejo Europeo, un órgano que representa a los dirigentes de la UE en Bruselas, encargado de estimular sus trabajos y de acercar sus puntos de vista. Desconocido en la escena europea -«The Economist» le llamó «Mister Nobody»-, este cristianodemócrata flamenco tiene un respaldo considerable en la complicada Bélgica.