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Crónica | Unai Elorriaga presenta «Londres es de cartón»

«Respecto a las anteriores, esta obra es muy seca y directa, más áspera»

El Fórum de la Fnac acogió ayer la presentación, por parte de la editorial Alfaguara, de «Londres es de cartón», cuarta novela de Unai Elorriaga. El autor compartió experiencias con un nutrido grupo de lectores con in- quietud para conocer las interioridades de la obra.

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Anartz BILBAO

Licenciado en Filología Vasca, escritor y traductor, Unai Elorriaga compareció a la presentación de la edición en castellano de «Londres kartoizkoa da» a su vuelta de los EEUU, donde ha presentado recientemente la traducción al inglés de su tercera novela «Vredaman», publicada como «Plants Don't Drink Coffee».

Nacido en 1973 (cumple 37 años este domingo), el getxoztarra debutó con «SPrako tranbia», obra con la que logró el Premio Nacional de Narrativa de 2002 y que fue llevada al cine por Aitzol Aramaio, en su ópera prima «Un poco de chocolate». Tras su fulgurante éxito, publicó «Van´t Hoffen ilea» en 2003 y «Vredaman» en 2005, todos ellos en Elkar. Tras cuatro años de maduración, «Londres kartoizkoa da» es la última referencia -está en su segunda edición en euskara- de un autor traducido a ocho idiomas. Su versión en castellano, traducida por el propio autor, la edita, como toda su obra, Alfaguara.

Ficción y realidad

Con el pequeño Fórum de la Fnac repleto, Elorriaga no quiso desvelar interioridades de su novela y se limitó a señalar su punto de partida. «El inicio del libro es muy sencillo -relató-, habla de una mujer joven, desaparecida hace veinte años en plena dictadura». Con desaparición, Elorriaga utiliza un «eufemismo, pues cuando alguien desaparece en una dictadura nunca regresa». Según el getxoztarra, «nadie sabe en qué circunstancias (si sufrió o cayó torturado, si fue fusilado o lanzado al mar), pero todo el mundo sabe que está muerto».

En “Londres es de cartón”, sin embargo, ‘Sora’ no ha muerto y, además, tras veinte años desaparecida escribe una carta a su familia diciendo que volverá, «por lo que su hermano se plantea reconstruir su vida, preguntándose por qué desapareció, donde ha estado, por qué no ha vuelto antes y por qué lo hace ahora». Procurando no desvelar cuestiones esenciales de la trama, Elorriaga también incidió en «otro carácter especial de la novela», que transcurre, desde el principio hasta el final, «encima de los tejados».

El escritor getxoztarra cree que «las dictaduras se repetirán porque no hay un mecanismo que impida el que vuelvan a surgir el día de mañana, aún en los países más democráticos del mundo». Por lo tanto, “Londres es de cartón” pretende «realizar una reflexión sobre las dictaduras –también lo es sobre la familia o la soledad–» sin referirse a ninguna en particular, pues la dictadura que relata Elorriaga «es ficticia, pero no irreal». Y no pretende definir «lo que está bien o mal», sino dar detalles o flashes para que el lector, desde su perspectiva, «interprete la novela».

Tras la introducción del autor, varios lectores iniciaron una tertulia interesante con el mismo. Especialmente, un joven que devoró la novela en dos días y la acabó de leer la noche anterior, y que se encontró con el problema de «no poder desvelar el final». Elorriaga, por su parte, le confesó que «ésta es la razón por la que incido sobre la dictadura y no sobre otros aspectos de la novela», también de vital importancia, y asociada –por lo que  se pudo entender–, «a enfermedades y vínculos familiares». En resumen, «la dictadura es simplemente el entorno, pero la historia principal no se puede contar, porque desvela el final», precisa el autor.

La estructura del libro, «con frases muy sencillas y muy directas» engaña, según otra lectora, «y obliga a realizar una profunda reflexión». Y es que «la literatura moderna va por ahí» cree Elorriaga, «no dice tanto, sino que señala unos puntos o unos detalles, para que el lector inteligente, maduro y capaz reflexione e interprete la historia».

Preguntado sobre el rítmo, «tuve mis dudas» –reconoce Elorriaga–, para quien la escritura se asemeja a «subir una montaña, que al principio cuesta, pero que, a medida que alcanzas altura y disfrutas del paisaje, satisface». Reconoce, eso sí, que «la novela se acelera hacia el final».

El autor de “Londres es de cartón”, reconoce que «antes de empezar a escribir necesito tener toda la obra estructurada, hasta la última frase», y ha necesitado cuatro años para escribir su obra, en la que ha tratado de cambiar, conscientemente, de registro. Las anteriores eran «estilísticamente muy floridas y espectaculares en su absurdo, muy coloristas». Ésta, sin embargo, «es todo lo contrario, muy seca y directa, más áspera», en palabras del autor, «respondiendo también al tema al que alude».

«Hay que trabajar los personajes, la estructura, el tono y el estilo... –relata Elorriaga–, porque todo está pensado. Bien o mal, pero pensado». En cuanto a la traducción de su obra, «traducirte a ti mismo es difícil», reconoce, «porque es una recreación y se te ocurren ideas nuevas o no encuentras trasladar el espíritu».

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