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Floren Aoiz Escritor

La imparable marcha del quitanieves

Cuando la nieve cierra los caminos, es preciso abrir las vías bloqueadas, y eso es precisamente lo que han decidido hacer las bases de la izquierda abertzale. Como era de esperar, los que han colocado esas barreras no han celebrado la noticia, pero esto, lejos de restar importancia a la decisión, ayuda a entender el choque entre progresismo y reacción, entre la defensa de la libertad de elegir de la sociedad vasca y las imposiciones de los estados español y francés.

Las reacciones al final del debate en la izquierda abertzale nos ayudan a situar mejor el alcance del paso dado. Algunos han querido restarle importancia, afirmando que no aporta nada nuevo. No es cierto y, por supuesto, lo saben, pero creen que esta actitud puede servir para mitigar los efectos del impacto. Había mucha gente, tanto en Euskal Herria como fuera de nuestro país, pendiente de este proceso de debate, y no deja de ser llamativo que algunos de los que con más atención lo han seguido pretendan ahora presentarlo como una mera anécdota.

Estamos ante un movimiento de fichas importante, que puede contribuir a cambiar el escenario vasco e incomodar a los estados español y francés, que ya comienzan a mostrar con su nerviosismo hasta qué punto son conscientes de la trascendencia de la reflexión y el debate en la izquierda abertzale. Negarlo puede ser la única salida para algunos, pero esa posición va a resultar cada vez más difícil de sostener. Sobre todo cuando se vaya confirmando que quienes niegan validez a las conclusiones del debate son los más reacios a cualquier cambio de escenario.

La obstinación en negar cambios supone en el fondo la voluntad de no afrontar los cambios que los nacionalismos español y francés tienen pendientes para permitir un debate democrático y en igualdad de condiciones entre todos los proyectos. Son los nacionalistas españoles y franceses quienes no han afrontado su propio proceso de reflexión y debate, y se mantienen enrocados en posiciones intransigentes mientras pretenden criminalizar la defensa de los derechos de Euskal Herria. No quieren ver cambios porque se resisten a afrontarlos. Porque son ellos quienes no están dispuestos a defender sus ideas exclusivamente por medios pacíficos y democráticos.

En estas coordenadas, cada agente se retrata en su respuesta a la decisión de las bases de la izquierda abertzale. Quien de un modo u otro ve con buenos ojos los avances hacia horizontes de democracia y construcción nacional vasca ha recibido con satisfacción la noticia. Por el contrario, se imponen las críticas, exigencias y muestras de escepticismo entre quienes se sienten molestos, nerviosos o incluso alarmados ante la perspectiva de salir de la espiral.

Curiosamente, aquellos que en su práctica diaria evidencian un desprecio absoluto por la democracia son los que reclaman a la izquierda abertzale que se «aplique» más para superar su «examen». Nada más lejos de la intención de la izquierda independentista vasca que buscar la palmadita en el hombro de los nacionalistas españoles y/o franceses. No se trata de lograr ser admitidos en su club, por lo que si alguien espera ver una nueva edición de la claudicación de EIA-ETA pm haría mejor en despertarse y pisar tierra firme.

Quienes liquidaron aquellas organizaciones se sentían derrotados y como almas en pena han ido arrastrando de sigla en sigla su fracaso. Empeñados en buscar el desastre ajeno para encubrir el propio, han sido suministradores aplicados de ideas para la criminalización de la izquierda abertzale, pero son ahora conscientes de que su historia, por fortuna, no se va a repetir.

Por el contrario, la nueva situación que se está abriendo dejará todavía más en evidencia que la diferencia entre ellos y la izquierda abertzale no estriba en la posición ante la acción armada de ETA, sino en el proyecto político, la ideología en la que se sustenta y los intereses a defender. Reflexión ésta que también sirve para otros que abandonaron más recientemente las filas de la izquierda abertzale y maldisimulando su nerviosismo intentan ahora hacer creer a la sociedad que este debate supone un acercamiento a sus posiciones.

Las reflexiones y los cambios que está acometiendo la izquierda abertzale no pueden entenderse en clave de derrota o desautorización de su trayectoria. Sí de autocrítica, que ha tenido un protagonismo destacado en esta discusión y ha marcado el camino para corregir los errores diagnosticados, pero no de derrota ni claudicación. Y esto porque, sencillamente, los nacionalismos español y francés, que se sienten tan cómodos en el terreno policial, son ahora políticamente más débiles que hace 30 años. No sólo no han vencido, sino que han perdido el apoyo de sectores que hace tres décadas apostaron por modelos como el estatutario.

Ni Madrid ni París están por la labor de permitir que el pueblo vasco decida libremente y cada vez son menos los que creen en soluciones democráticas dentro del actual marco jurídico-político. Por eso el discurso que la izquierda abertzale mantenía en solitario hace no tanto tiempo ha sido asumido e interiorizado por numerosos agentes políticos, sindicales y sociales. Tanto es así que hasta el PNV, protagonista principal del pacto con el nacionalismo español que apuntaló el modelo constitucional, ha tenido que ir modificando su mensaje hasta pretender abanderar un derecho a decidir contra el que cargaba en los primeros años de la transición.

Todos los que tienen alguna responsabilidad se enfrentan a la prueba del algodón. Sobre todo quienes -a diferencia de la izquierda abertzale- no han hecho los deberes.

Lo señalaba rotundamente ETA en su comunicado. Las bases de la izquierda abertzale han hablado y ETA es consciente de ello. Esto echa por tierra todas las teorías sobre una izquierda abertzale teledirigida desde la organización armada, evidenciando que toda la estrategia criminalizadora se sustenta en realidad en la voluntad de perseguir ideas y evitar cambios en el actual estatus jurídico-político.

Ahora la consigna es mirar a ETA, a la espera de que se produzca algo que haga posible la anhelada división de la izquierda abertzale. Algunos han sido incapaces de disimular sus deseos y han demostrado que lo que buscan no es una solución, sino prolongar el conflicto armado. Es como si estuvieran deseando una acción armada que les permitiera decir que todo sigue igual, la profecía autocumplida que ocultara que son ellos quienes pretenden cerrar todas las puertas al cambio.

El debate ha ofrecido unos resultados muy significativos, de los que sin duda todos los agentes han tomado nota. Pero hay quien pretende, después de haber fracasado estrepitosamente, hacernos creer que sus intenciones eran otras.

Cuando Arnaldo Otegi y otros destacados militantes de la izquierda abertzale fueron detenidos, Eguiguren quiso restar importancia al trabajo que estaban desarrollando. En las últimas semanas ha recurrido al volantazo para lanzar otro discurso, intentando aparentar un gran control sobre una situación que en realidad han sido incapaces de dominar.

Buscaban una escisión que no han logrado y ahora quieren inventar su propio relato del debate en la izquierda abertzale, para hacer que se vea como un fruto de la represión y de este modo justificarla. Hacer colar como fino maquiavelismo el hecho de haber sido desbordados por los acontecimientos.

Va a ser que no. Toda la estrategia represiva de los últimos años pretendía precisamente lo contrario, anular políticamente a la izquierda abertzale. El debate y sus conclusiones señalan el fracaso de la Ley de Partidos. Nada de azucarillos disolviéndose fuera de las instituciones.

Las bases de la izquierda abertzale están redactando su propio relato y han apelado a la suma de fuerzas para que sea la sociedad vasca la que escriba su futuro. Eso es lo que está en el fondo del conflicto y lo que constituye la clave de su resolución. Esperemos que se sigan escribiendo nuevos capítulos.

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