Cristianos de base defienden que Blázquez ha impuesto una Iglesia más conservadora
Eliza Gara y Kristau Sarea consideran que con la marcha de Ricardo Blázquez a Valladolid se culmina una estrategia urdida hace 15 años con el nombramiento del abulense. El ascenso de Iceta, en su opinión, supone «devolver a la Iglesia vizcaina al mundo de las iglesias conservadoras».Agustín GOIKOETXEA |
La Santa Sede confirmará en los próximos días la marcha del obispo de Bilbo, Ricardo Blázquez, a la archidiócesis de Valladolid, lo que desde la curia vizcaina se considera un «premio» de Roma al trabajo desarrollado por el prelado castellano en los tres últimos lustros. Cristianos de base como los que se agrupan en torno a Eliza Gara afirman que «estos quince años han supuesto un fuerte retroceso en la Iglesia de Bizkaia».
Este movimiento muy crítico con la jerarquía eclesial manifiesta que la diócesis dirigida por el abulense, «que iba camino de ser más abierta y participativa, se ha ido poco a poco retrayendo y cerrando puertas». Así, citan la pérdida de peso de los laicos, que achacan a las directrices de Blázquez, pero también a curas y laicos que han colaborado activamente con el prelado y de aquellos que han mirado para otro lado.
Eliza Gara estima que durante el mandato de prelado castellano la «censura autoimpuesta» ha jugado un papel importante. La definen como la decisión por parte de muchas personas de la comunidad diocesana de «no hacer ciertas actividades o mostrar ciertas actitudes sólo porque presuponían que al obispo le iba a sentar mal».
Respecto al futuro que se aventura con Mario Iceta como nuevo obispo titular, si se confirman todos los rumores, creen que la Iglesia vizcaina se retrotraerá a épocas preconciliares y se impondrá aún más la autoridad del prelado frente a la comunidad cristiana. Con el gernikarra, a su juicio, «se cierra la línea estratégica marcada hace años en la Conferencia Episcopal para devolver a la Iglesia de Bizkaia al mundo de las iglesias conservadoras. Un movimiento que se quiso vender en medios estatales como una recuperación de una iglesia excesivamente nacionalista pero que lo que esconde detrás -desvelan- no es más que un intento de cortar los movimientos progresistas que estaban haciendo nuestras iglesias».
En esta línea, desde Kristau Sarea -otro grupo que trabaja en el seno de la Iglesia vizcaina- se incide en que la designación de Blázquez hace quince años, los nombramientos más recientes de Munilla e Iceta, y el ascenso del abulense al arzobispado de Valladolid, los efectúa Roma «por encima de quienes formamos parte de las comunidades cristianas». «La situación es muy preocupante porque nos aleja de la sensibilidad y el espíritu mismo de Jesús de Nazaret, defensor activo y comprometido de la comunión en la igualdad y la libertad, y crítico con el poder impositivo hasta pagarlo con propia vida», confiesan.
Esta reflexión parte del sistema de nombramiento de obispos y arzobispos, que tachan de «oscurantista» y en manos de unas pocas personas de la jerarquía con posturas neoconservadoras y vaticanistas que optan por candidatos fieles a esas tesis, entre quienes sitúan a Blázquez e Iceta. A continuación, recuerdan «las prácticas democráticas que caracterizaban el modo de nombramiento de obispos en la Iglesia de los primeros siglos, donde quien elegía era la Asamblea del pueblo cristiano, la Iglesia actual y más concretamente en España, practica los nombramientos `a dedo', sin participación de los cristianos de cada diócesis».
Sin autoridad moral
Partiendo de que tanto Blázquez como su auxiliar «no son deseados» ni por la propia curia vizcaina, Eliza Gara subraya que «quien ha de ser el dirigente de la comunidad es elegido de espaldas a ésta. Y en este caso concreto también se decide su retirada de espaldas a la misma -en referencia al anuncio de la marcha del abulense a la archidiócesis pucelana-. No tiene sentido que esa persona que cae en la nueva comunidad generalmente como una total desconocida se le pueda dar ningún tipo de autoridad moral sobre la misma, puesto que su desconocimiento de lo que esa comunidad es y vive es total».
A Blázquez, al igual que a la mayoría de los obispos vascos, Kristau Sare le acusan de frenar, rechazar y castigar cualquier intento de reforma a fondo de la Iglesia católica. «Desde sus puestos no promueven una auténtica comunión, que ha de basarse en la aceptación como riqueza del pluralismo dentro de la Iglesia. Al contrario, fomentan e imponen una falsa uniformidad. Todo ello va contra el espíritu del Concilio Vaticano II, que coloca como base de la Iglesia al Pueblo de Dios o conjunto de cristianos con todas sus diversas sensibilidades y pone el acento en la renovación de toda la Iglesia y de su adaptación a los tiempos actuales». Por ello, entienden que «la gran mayoría de la jerarquía nos quiere retrotraer a épocas tristes, dolorosas y antievangélicas como la del nacionalcatolicismo».