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Gari Mujika Periodista

Demasiado evidente

En los EEUU emiten una serie que se ha convertido de culto y ha sido exportada a todo el mundo. Se llama «The Wire» y relata sin añadir ficción alguna la realidad que viven en Baltimore, donde cada año cuenta con una media de 300 muertes, mucha delincuencia, más drogadicción y una tasa de paro que asusta. A su creador no se le ocurrió mejor idea que plantarse en sus «peligrosos» barrios y comenzar a rodar. En vez de tener que salir pitando de allí, lo que pasó fue que los pandilleros y demás fauna y flora se les acercaban y narraban más sucesos, verídicos, al ver retratadas sus vidas en televisión.

«A mí me gustan los corridos porque son los hechos reales de nuestro pueblo», dice el intro de uno de los exitosos corridos prohibidos de México, los narco-corridos. En la falsa guerra que sus autoridades venden contra los cárteles de la droga, los prohibieron y castigaron su radiodifusión, en balde.

Pero lo cierto es que sí, que cuentan «la puritita verdad» de la realidad social y política que viven en el país de Zapata. Ya quisiera más de uno poder relatar lo que ocurre sin tapujos. Pero aquí se cuenta con un censor particular, que se llama Audiencia Nacional. Demasiadas cosas han ocurrido en los últimos decenios que no han sido contadas y que tendrán que ser parte indispensable en la memoria colectiva de este país.

Otros, sin embargo, intentan cambiarla también sin complejos. Pronto veremos cómo condecoran al guardia civil «pistolero» de Leitza, después de que el Supremo haya declarado esta semana «víctima del terrorismo» a un militar que mató a su compañero, en Ferrol, y adujo que fue por la «amenaza de ETA». Y, mientras, dicen que no existe la tortura. Claro, las declaraciones policiales son, por norma, espontáneas. Todos hemos tenido que leer, oír o ver qué fotografía aparecía en Facebook, pero no, en cambio, las denuncias de intento de violación de Aristegi y Rosales y las torturas del resto.

Como aquí, los mejicanos también la conocen. Los Tigres del Norte cantan aquella de «El avión de la muerte», que narra cómo un torturado estrella su avioneta con los torturadores a bordo. Claro que se da en otro contexto diferente. Aquí, si no, real o ficticio, ya serían presos. Pero la tortura no se puede ocultar ni con cien periódicos. Así, se muestra aún más obvia.

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