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Informe anual de médicos sin fronteras

Las diez crisis más desatendidas de 2009

Médicos Sin Fronteras es una organización internacional médico-humanitaria que aporta su ayuda a poblaciones en situación precaria y a víctimas de catástrofes de origen natural o humano, de conflictos armados, enfermedades olvidadas y epidemias, o exclusión. Este informe recoge la lista de las crisis humanitarias más desatendidas por la comunidad internacional en 2009. Según subraya la propia MSF, el orden en que aparecen las crisis en este informe no constituye una valoración de su nivel de gravedad.

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MSF

MSF ha publicado ya su informe anual relativo a las diez crisis olvidadas, o las diez crisis más desatendidas del año, como reza ahora el encabezamiento de un informe que se ha convertido en elemento fundamental a la hora de analizar tanto las relaciones internacionales como el modo en el que el mundo más rico mira al más necesitado. Médicos Sin Fronteras conjuga, una vez más, su labor humanitaria con la de denuncia, en base a los testimonios recogidos sobre el terreno por sus equipos.

PAKISTÁN

Violencia y olvido

En 2009, Pakistán siguió convulsionado por una violencia extrema. El conflicto entre el Ejército paquistaní y los grupos de oposición armada en la provincia de la Frontera Noroeste (NWFP) y en las Áreas Tribales de Administración Federal (FATA) generó el desplazamiento de más de dos millones de personas, mientras que numerosos atentados en las principales ciudades mataron a cientos e hirieron a miles. En Baluchistán, el ya largo conflicto continuó fuera del foco mediático. En todo el país, la población sufre por la carencia generalizada de asistencia sanitaria, y de hecho Pakistán presenta una de las tasas más elevadas de mortalidad materno-infantil de la región.

Prestar asistencia se convirtió en 2009 en un desafío debido a las dificultades para acceder a áreas inseguras e identificar a aquellos que buscaban refugio en las principales ciudades, cobijados en escuelas, centros comunitarios y hogares privados. Algunos desplazados fueron acogidos en más de dos docenas de campos improvisados por el Gobierno paquistaní, a los que se sumaron los organizados por MSF para miles de personas en Mardan y Lower Dir. Muchos desplazados llegaban en condiciones de agotamiento extremo y algunos incluso padeciendo cólera. En muchas zonas, la capacidad del sistema de salud es, en el mejor de los casos, mínima, así que las tasas de mortalidad materno-infantil son muy elevadas. Hasta noviembre, MSF trató a más de 3.500 niños en su programa de nutrición terapéutica.

En una región donde las potencias occi-dentales involucradas en las operaciones de contrainsurgencia son también grandes do-nantes de fondos, la prestación de la asis-tencia humanitaria lleva tiempo vinculada a objetivos políticos. Como siempre, MSF ha marcado una clara distancia con estas políticas. De hecho, MSF no acepta fondos gubernamentales para su trabajo en Pakistán, y financia sus operaciones en este país sólo con aportaciones de origen privado.

SIDA

La financiación se estanca

En 2005, los países del Grupo de los Ocho (G8) se comprometieron a respaldar financieramente la cobertura universal de tratamiento para enfermos de VIH/sida en 2010, lo que animó a muchos gobiernos africanos a lanzar ambiciosos programas de tratamiento, consiguiendo todo ello que los antirretrovirales (ARV) llegaran a más de 4 millones de personas en los países en desarrollo. Pero ahora esos mismos líderes mundiales están retirando sus promesas, dejando a los gobiernos africanos, y a millones de personas con VIH/sida, en una peligrosa situación de abandono.

Y sin embargo, la emergencia del sida está lejos de terminarse. Se estima que 9,5 millones de personas que padecen el virus necesitan tratamiento urgente y ni la mitad lo están recibiendo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el VIH/sida es la principal causa de muerte entre mujeres en edad fértil, y es responsable de más del 40% de las muertes de niños menores de cinco años en los seis países con mayor prevalencia del VIH. El 80% de todas las muertes en Botsuana y dos tercios de todas las que se dan en Lesoto, Suazilandia, y Zimbabue se deben al sida. Y sin embargo, la financiación se ralentiza. El Plan Presidencial de Emergencia contra el Sida de Estados Unidos (PEPFAR), que ha proporcionado fondos para el tratamiento de 2 millones de personas desde su creación en 2003 (y que prometió tratar a un total de 4 millones para 2013), está limitando sus aportaciones para los dos próximos años. MSF y otras organizaciones que trabajan en el terreno ya están comenzando a notar preocupantes consecuencias de esta reducción del apoyo de los donantes internacionales: en algunos países africanos desproporcionadamente afectados por la pandemia, quienes buscan tratamiento están siendo rechazados en las clínicas. Y pacientes que ya lo estaban recibiendo, se están viendo forzados a abandonarlo porque ya no pueden pagarlo, incrementando así la posibilidad de que enfermen y desarrollen resistencias a los medicamentos. Tan sólo en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), 3.000 pacientes murieron cuando la falta de fondos forzó moratorias en sus terapias. Este revés financiero se produce en un momento en el que urge un incremento de fondos para ampliar el acceso a tratamiento, y proporcionar al mismo tiempo las mejores terapias existentes (las mismas que están ampliamente disponibles en los países ricos), entre ellas formulaciones pediátricas mejor adaptadas. Pero dadas las escasas señales de que la comunidad internacional vaya a convertir las directrices de la OMS en una realidad, hay pocas esperanzas de que el sida, que se ha convertido en una enfermedad crónica en los países en desarrollo, deje de ser a corto plazo el equivalente a una sentencia de muerte para los enfermos de los países más pobres. MSF llama a los Gobiernos a cumplir con su compromiso de proporcionar tratamiento a todos aquellos que lo necesiten, y a financiar con decisión la lucha contra el sida, incluyendo mecanismos como el Fondo Global contra el Sida u otros nuevos e innovadores como el impuesto a las transacciones de divisas, que podrían ser utilizados para proteger la salud pública global. MSF proporciona tratamiento con ARV a 140.000 pacientes en 30 países.

SRI LANKA

Ofensiva final

Mientras el enfrentamiento entre el Ejército de Sri Lanka y los Tigres de Liberación de la Tierra Tamil (LTTE) se agravaba a principios de año en el noreste de Sri Lanka, decenas de miles de civiles permanecieron atrapados durante meses en una estrecha franja de selva y playa, sin ayuda y con atención médica muy limitada. Pocos meses antes de la fase final, las agencias de asistencia humanitaria, incluyendo MSF, se vieron forzadas por el Gobierno a abandonar las áreas más afectadas por los combates. Sólo la Cruz Roja pudo seguir brindando cierta asistencia médica básica, evacuando a algunos de los heridos a los hospitales del Ministerio de Salud. Un equipo quirúrgico de MSF trabajó desde febrero de 2009 en uno de estos centros en la vecina Vavuniya.

En abril, miles de personas lograron escapar de la zona de guerra, muchas de ellas con graves heridas de bala, o por mina o metralla. El 21 y 22 de abril, en apenas 36 horas, más de 400 pacientes fueron tratados por heridas que ponían en riesgo sus vidas en el Hospital de Vavuniya. En total, desde febrero hasta finales de junio, casi 4.000 heridos de guerra fueron intervenidos quirúrgicamente en este centro. Los otros hospitales de referencia en la ciudad tuvieron que lidiar con muchos más pacientes, superando en al menos el doble o el triple la capacidad de sus instalaciones. En mayo, tras la ofensiva final del Ejército, MSF abrió un nuevo hospital de emergencia, con instalaciones quirúrgicas, frente a los campos de refugiados de Menick Farm, y reforzó las unidades de cirugía y postoperatorio del Ministerio de Salud en el Hospital General de Vavuniya y en Pampaimadhu. El equipo también atendió a 60 pacientes con lesiones de médula espinal que necesitaban rehabilitación. Cerca de 280.000 desplazados fueron con-centrados en los campos abiertos por el Go-bierno en Vavuniya en diciembre de 2008, siendo Menick Farm el más grande. La atención sanitaria en estos recintos, asegurada por el Ministerio de Salud, fue mejorando progresivamente. Los pacientes que necesitaban hospitalización fueron referidos a hospitales fuera de los campos, incluyendo estructuras de MSF. Traumatismos y heridas fueron la principal causa de hospitalización entre los 3.000 pacientes admitidos por MSF en Menick Farm de junio a noviembre, y más de 200 pacientes necesitaron cirugía.

REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DE CONGO

Violencia implacable contra civiles

Durante 2009, la población civil del este del Congo siguió sufriendo el violento acoso de diferentes grupos armados. Cientos de personas fueron asesinadas, miles de mujeres, niños e incluso hombres fueron víctimas de violaciones, y cientos de miles más tuvieron que huir de sus casas. La guerra de guerrillas reemplazó a los enfrentamientos convencionales en la provincia de Kivu Norte, y los combatientes sembraron el terror saqueando y quemando casas en represalia a lo que se percibía como el apoyo de la población local a las facciones contrarias.

En 2008, los enfrentamientos se daban principalmente entre el Ejército congoleño (FARDC) y el grupo rebelde Congreso Nacio-nal para la Defensa del Pueblo (CNDP). En 2009, sin embargo, el conflicto cambió con la ofensiva lanzada por los Ejércitos congoleño y ruandés en Kivu Norte y Kivu Sur contra los rebeldes ruandeses de las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR). Los militares congoleños recibieron apoyo logístico de la Misión de la ONU en RDC (MONUC). La ayuda humanitaria tampoco fue respetada.

En octubre, en apoyo del Ministerio de Salud congoleño, MSF había organizado una vacunación contra el sarampión para miles de niños en siete emplazamientos de la región de Masisi, en territorio controlado por el FDLR. En plena vacunación, el Ejército congoleño atacó los siete emplazamientos, en los que se habían congregado miles de personas, forzando su huida sin que más tarde se les pudiera localizar. Esta ofensiva tuvo lugar a pesar de las garantías de seguridad que todas las partes involucradas habían dado. MSF se vio forzada a evacuar a sus equipos a la capital regional, Goma, y denunció inmediatamente estos ataques, en los que la campaña de vacunación fue utilizada como cebo.

La campaña de vacunación de MSF sí pudo continuar en otras áreas y llegó a un total de 165.000 niños. A pesar de la creciente inseguridad en el este de RDC, MSF siguió proporcionando asistencia médica a cientos de miles de personas en la que fue una de sus principales operaciones de 2009, desarrollando programas hospitalarios, clínicas móviles, campañas de vacunación, atención a víctimas de la violencia sexual y distribución de artículos de primera necesidad. MSF es la única organización humanitaria internacional con programas de cirugía en Kivu Norte. Desde noviembre de 2008 hasta octubre de 2009, MSF efectuó casi 530.000 consultas médicas, atendió a más de 10.000 niños con desnutrición, trató a 4.900 pacientes de cólera, y proporcionó cuidados médicos a 5.330 supervivientes de agresiones sexuales, señal de la extrema vulnerabilidad de la población y de las enormes necesidades médicas que quedan sin cubrir.

DESNUTRICIÓN INFANTIL

Ayuda alimentaria indaecuada

Entre 3,5 y 5 millones de niños mueren cada año por causas relacionadas con la desnutrición, una condición médica que, sin embargo, es tratable. La comprensión de la desnutrición infantil ha mejorado enormemente en los últimos años y existe ya un consenso internacional acerca de la eficacia de los llamados alimentos terapéuticos preparados (RUTF por sus siglas en inglés), ricos en nutrientes de origen animal y vegetal, para tratar las formas más severas de desnutrición en niños menores de 5 años. Y sin embargo, 55 millones de niños en todo el mundo siguen padeciendo desnutrición, y unos 19 millones se encuentran en riesgo de morir.

La falta de financiación adecuada para programas nutricionales efectivos es una de las razones de que persista la emergencia. Coincidiendo con la Cumbre Mundial de la Alimentación celebrada en Roma el pasado noviembre, MSF publicó un informe para analizar el destino de los fondos vinculados a programas de ayuda alimentaria, según el cual la contribución a proyectos contra la desnutrición infantil de los países donantes ha bajado drásticamente. Más concretamente, los fondos internacionales destinados a la desnutrición infantil rondaron los 350 millones de dólares anuales (240 millones de euros al cambio actual), frente a los 11.800 millones (8.100 millones de euros) que el Banco Mundial estima necesarios para intervenir de forma eficaz en los 36 países con alta carga de desnutrición. De hecho, mientras que la asistencia internacional dice destinarse oficialmente a «ayuda alimentaria al desarrollo y seguridad alimentaria» o a «ayuda alimentaria de emergencia», un análisis detallado de estos fondos revela que menos del 2% se invierte en alimentos adecuados para la desnutrición infantil.

La redistribución de parte de los fondos internacionales supondría un gran paso adelante en la lucha contra esta emergencia y sus consecuencias en millones de niños. Por el momento, la alimentación terapéutica sigue llegando sólo al 9% de los niños con desnutrición que los necesitan con urgencia, porque el sistema internacional de ayuda alimentaria sigue priorizando mezclas de harinas fortificadas, que no contienen nutrientes de origen animal y que por tanto no sirven para tratar la desnutrición infantil. En 2008, MSF trató a más de 300.000 niños con desnutrición en 22 países, esencialmente con alimentos terapéuticos. Entre 2005 y 2007, MSF ha destinado a estos programas cerca de 27,5 millones de euros anuales, excediendo la contribución de algunos de los gobiernos donantes.

SUDÁN

Emergencia en el Sur y en Darfur

Las emergencias médicas y humanitarias persisten en varias regiones de Sudán. Además de la crisis que persiste en Darfur, la situación para la población del Sur de Sudán se deteriora por el aumento de la violencia, los brotes de enfermedad y el escaso o nulo acceso a la asistencia médica.

Casi cinco años después de que el Acuerdo Integral de Paz terminase con varias décadas de brutal guerra civil, las necesidades médicas en todo el sur siguen en niveles de emergencia, y las crecientes tensiones están derivando en una precaria seguridad. A lo largo del año, los violentos enfrentamientos intercomunitarios en Jonglei, Upper Nile, Warrap y Lakes States se saldaron con cientos de muertos y miles de desplazados. Los ataques esporádicos del grupo rebelde ugandés Ejército de Resistencia del Señor (LRA) contra poblaciones cercanas a la frontera congoleña (e incluso en el interior del país vecino) provocaron la huida de miles de sudaneses que, junto con los refugiados congoleños, cruzaron la frontera para refugiarse en Western Equatoria.

Este recrudecimiento de la violencia tiene como telón de fondo las devastadoras consecuencias de la guerra civil que terminó en 2005. Hoy en día, casi tres cuartos de la población del Sur de Sudán carece de acceso a los servicios de salud más básicos. Durante todo el año, MSF trató a miles de personas por desnutrición, malaria y tuberculosis, y los brotes de meningitis, sarampión, cólera y malaria también son habituales.

Por su parte, la población en Darfur también se enfrenta a una situación extremadamente precaria. En 2009 continuaron la violencia esporádica y los enfrentamientos a causa de los recursos. Millones de personas siguen desplazadas y requieren asistencia externa, y el trabajo humanitario se hizo aún más complicado tras la expulsión por parte de las autoridades sudanesas de trece agencias internacionales (incluyendo dos secciones de MSF) y otras tres sudanesas, en respuesta a la orden de arresto emitida por la Corte Penal Internacional contra el presidente Omar al Bashir por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.

ENFERMOS OLVIDADOS

Sin I+D ni acceso a tratamiento

Unas 8.000 personas mueren cada día de malaria, sida infantil, tuberculosis, kala azar, enfermedad del sueño o Chagas, seis de las enfermedades olvidadas que amenazan a millones de personas en el mundo, y para las que la comunidad médica cuenta con herramientas de diagnóstico y tratamiento demasiado antiguas, o ineficaces, o con muchos efectos secundarios. A veces ni siquiera existen. A todo ello se suma el hecho de que los pacientes a menudo viven en áreas remotas o inseguras, con poco o ningún acceso a la atención de la salud.

La financiación de la investigación y desa-rrollo de nuevos fármacos y diagnósticos está muy lejos de ser la idónea y, a menos que se produzca un incremento de los fondos destinados tanto a la I+D como a los programas de control nacional y de prevención, estas seguirán siendo enfermedades ignoradas, y quienes las sufren, enfermos olvidados. Por ejemplo, cada año se registran 500.000 nuevos casos de kala azar, una forma de leishmaniasis cuya incidencia además está aumentando debido a su asociación al VIH/sida como enfermedad oportunista. La anfotericina B liposomal (conocida con el nombre comercial de AmBisome©) es el tratamiento más efectivo, pero su elevado coste y sus requerimientos logísticos han restringido su generalización. En el Estado indio de Bihar, MSF paga unos 12,5 euros por dosis, con un tratamiento completo que asciende a entre 140 y 200 euros por paciente, demasiado para una implantación masiva por parte de los sistemas de salud, y desde luego demasiado para ser comprada por los pacientes. Por esta razón, el tratamiento más habitual es el estibogluconato de sodio (SSG), desarrollado en los años treinta, bastante tóxico, que requiere un curso de tratamiento prolongado y que genera resistencias hasta en el 65% de los pacientes.

Otra de estas enfermedades olvidadas es la tripanosomiasis humana africana (THA o enfermedad del sueño), también mortal. Las poblaciones más expuestas son las de zonas endémicas que además son escenario de conflicto y en las que los servicios de salud son mínimos. En 2009, MSF y la Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Olvidadas (DNDi) probaron con éxito en República Democrática del Congo y República del Congo una nueva terapia combinada de nifurtimox y eflornitina, llamada NECT, de fácil administración, con un curso de tratamiento más corto y que es mucho más segura que el tratamiento estándar actual, melarsoprol, que contiene arsénico y mata hasta al 10% de los pacientes. La NECT ha sido incluida en la lista de medicamentos esenciales contra la THA de la OMS.

En 2009, se conmemoró el centenario del descubrimiento de la enfermedad de Chagas, endémica en muchos países latinoamericanos, con entre 10 y 15 millones de casos estimados y unas 14.000 muertes anuales. Luchar contra el Chagas no es fácil ya que la mayoría de personas infectadas no presenta ningún síntoma durante años; además, sólo existen dos medicamentos que, si bien son eficaces en recién nacidos y lactantes, en niños mayores, adolescentes y adultos no lo son tanto, y además pueden tener múltiples efectos secundarios. El Chagas es, además, una enfermedad asociada a la pobreza. Todo ello supone que la lucha contra esta enfer-medad cojea desde hace décadas.

En términos humanos, el coste de desatender estas y otras enfermedades es enorme, pero sus víctimas, en su inmensa mayoría habitantes de los países pobres, no constituyen un mercado rentable: se estima que el 90% del gasto mundial en I+D se concentra en los problemas de salud que afectan a menos del 10% de la población del planeta, el 10% más rico. Médicos Sin Fronteras considera urgente el desarrollo de nuevos incentivos y mecanismos de financiación para asegurar que la I+D sea impulsada por las necesidades de salud y no, como ocurre, por los intereses de mercado.

AFGANISTÁN

Poblaciones excluidas

Mientras la guerra en Afganistán continuaba su escalada en 2009, la población civil soportó el recrudecimiento de la violencia en todo el país. La constante inseguridad ha rematado a un sistema de salud que ya se encontraba muy dañado, dejando en funcionamiento apenas unos pocos hospitales y clínicas en las capitales de provincia. En consecuencia, quienes necesitan atención médica deben arriesgarse a un viaje de cientos de kilómetros por zona de guerra para llegar a unas estructuras sanitarias que, de todas formas, cuentan con servicios muy reducidos.

Hoy, la esperanza de un Afganistán en situación de post-conflicto se ha desvanecido. La necesidad de asistencia médica de emergencia sigue siendo aguda, y no deja de crecer debido al retorno de los desplazados.

Desafortunadamente, a medida que las necesidades se incrementan, se hace cada vez más difícil para las organizaciones humanitarias independiente, imparciales y neutrales convencer a las partes involucradas de que su único objetivo es proporcionar asistencia. La que alguna vez fue clara distinción entre fuerzas armadas por una parte, actividades de reconstrucción y desarrollo por otra, y por último ayuda humanitaria, se ha vuelto confusa hasta el punto de que la atención médica se ha convertido en parte del campo de batalla: las fuerzas de la coalición internacional han fagocitado la asistencia, ocupando hospitales y arrestando a pacientes en sus camas, mientras que los grupos armados de oposición han tomado como blanco a los trabajadores sanitarios y a las estructuras de salud precisamente debido a la presencia las mismas de fuerzas internacionales. MSF regresó a Afganistán en 2009, cinco años después de haber dejado el país tras el asesinato de cinco de sus trabajadores. En Afganistán, MSF tampoco acepta para sus intervenciones fondos procedentes de ningún gobierno.

SOMALIA

Violencia y falta de acceso

Un año más, la población somalí fue víctima de la violencia indiscriminada, a la que se sumó una grave sequía en parte del país. En consecuencia, las necesidades médicas de los somalíes aumentan exponencialmente, mientras el sistema de salud público sigue prácticamente colapsado. La ayuda humanitaria sufre también un acoso permanente: los secuestros y asesinatos de trabajadores somalíes e internacionales frustran constantemente los esfuerzos de respuesta.

El impacto de tan altos niveles de violencia e inseguridad supera con mucho las capacidades de las pocas organizaciones humanitarias que trabajan en Somalia. La falta de acceso a la asistencia médica es generalizada en todo el país. Un importante desafío es la ausencia de personal médico cualificado: muchos trabajadores sanitarios se encuentran entre los desplazados, y no hay facultades de Medicina funcionando. En diciembre de 2008, la graduación de veinte médicos de la Universidad de Benadir (Mogadiscio), la primera promoción en dos décadas, aportó algo de esperanza, aunque ésta fue corta ya que apenas un año después, la siguiente ceremonia fue blanco de un atentado con bomba que mató a 23 personas, licenciados en su mayoría, e hirió a medio centenar más.

YEMEN

Civiles atrapados

Cinco guerras previas sin resolver en la región de Saada, en el norte de Yemen, llevaron a un sexto enfrentamiento en 2009, el más intenso hasta el momento. La intensificación del conflicto tuvo unas consecuencias humanitarias sin precedentes. Civiles y objetivos no militares, como hospitales, se vieron gravemente afectados por los combates. Cientos de miles de personas se vieron forzadas al desplazamiento, y la asistencia humanitaria prácticamente tuvo que detenerse. Llegó incluso a declararse una emergencia nutricional entre los niños que se habían visto obligados a abandonar sus hogares. Y por primera vez, un país vecino, Arabia Saudí, se vio involucrado en el conflicto, complicando aún más la difícil situación de los civiles.

Desde comienzos de 2009, más de 50.000 refugiados somalíes y migrantes etíopes (un 50% más que en 2008) cruzaron el golfo de Adén en busca de seguridad y una vida mejor en Yemen, en pateras controladas por las mafias. Las embarcaciones, con capacidad para 30 o 40 personas, suelen cargar con más de cien. Muchos mueren asfixiados mientras que otros se ahogan tras ser arrojados al agua: el año se saldó con más de 250 muertos y cerca de 150 desaparecidos. En 2009, los equipos de MSF brindaron asistencia humanitaria a más de 5.600 refugiados en las playas de Yemen.

MSF cuenta con 25.000 trabajadores en terreno, entre expatriados y personal contratado localmente. Cuenta con más de 350 proyectos de acción médica y humanitaria repartidos en unos 60 países, y unos 4 millones de socios y colaboradores en todo el mundo,

www.yonolvido.org

Médicos Sin Fronteras ha lanzado una nueva campaña, «Enfermos olvidados», con la que pretende llamar la atención sobre el sufrimiento innecesario que enfermedades ignoradas como el kala azar, el Chagas, la enfermedad del sueño, la tuberculosis, la malaria o el sida infantil, provocan en millones de personas. «Los desafíos en cada una de estas enfermedades son diferentes, pero todas tienen un denominador común: el olvido en el que viven las víctimas», explica Paula Farias, presidenta de MSF. La campaña arrancará con una nueva página (www.yonolvido.org) en la que, a través de vídeos, fotografías y mapas, los internautas podrán informarse sobre los desafíos que plantean estas seis enfermedades, y conocer testimonios de pacientes y del personal sanitario. Además, podrán pedir un «pack de activista» para difundir esta iniciativa en su entorno.

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