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Tras la última operación policial

Propagandas baratas y salidas «low cost»

Ramón SOLA

La habitual avalancha propagandística que envuelve todas estas operaciones (no importa que lleven 40 años repetiéndose sin parar) amenaza con enterrar cualquier lectura objetiva. Para hallar cosas con sentido común muchas veces hay que salirse de la rueda de los medios oficiales -ya sean españoles o vascos- y bucear en circuitos alternativos, o incluso en los foros de esos mismos medios de discurso único. Ahí se hallarán preguntas y afirmaciones más realistas, como la de quien se pregunta cómo se puede pregonar la letanía de que ETA no tiene futuro alguno y, a la vez, informar de que se ha detenido a ¡39! militantes en apenas dos meses. O la de quien constata que muchos de ellos son licenciados universitarios, muy lejos del perfil que se desearía vender. O la de quienes recelan de esa versión repetida de que las FSE siempre detienen a los comandos a punto de atentar. Y, en resumen, la de quienes detectan que siempre que la izquierda abertzale mueve ficha en el tablero político, el Estado intenta centrar la partida en el escenario militar.

Se podrían formular miles de preguntas más, pero todas las dudas desembocan en una rotunda evidencia: la «hoja de ruta» de Rubalcaba pasa por recrear la imagen de un Estado muy fuerte frente a un independentismo muy debilitado. Incluso parece lógico que ése sea el papel que cumpla un ministro del Interior. Pero no cuela. En Euskal Herria todo el mundo sabe que la iniciativa política de la izquierda abertzale no es fruto de presiones externas, sino de una decisión propia y unilateral de avanzar hacia el futuro. Y por lo que respecta a ETA, quizás Rubalcaba no haya leído la conclusión que sacó su compañero Jesús Eguiguren del último proceso negociador: «ETA lo abandonó porque creyó que era rendirse a bajo coste».

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