CRíTICA teatro

Anti genérico

Carlos GIL

Esta obra es un manifiesto contra la distribución burocrática, médica, administrativa de los seres humanos por sexos cerrados, limitados. Una forma dual de colocar a unos en un estante y a otros en el toro. Administrativamente es lo más sencillo. Ni por arriba, ni por debajo, ni a izquierda ni a derechas, ni en el centro se admite nada más. Y esta distribución por género único o con una variabilidad siempre traumática, funcionarial, produce muchos problemas, nos sitúa ante un estadio totalitario y que coarta cualquier desarrollo de personalidad fuera de esa dicotomía que está estructurando una sociedad en azul o en rosa, la decisión de introducir en su dieta, en su vida,  más estrógenos o más testosterona para acabar con el estado de sitio de personas que no caben en uno de los dos géneros.

Si esta es la música de fondo, el mensaje final, lo que le otorga una categoría diferente es la forma, la capacidad para hacer de lo que se podría entender como la denuncia de un sufrimiento individual, en una ceremonia teatral divertida, casi en un akelarre donde cabe la música rock, la parodia, el hiperrealismo o la delicadeza convertida en un singular método de comunicación. El humor, la retranca, el travestismo como elemento de señalamiento de actitudes machistas, contado en clave de mujer, pero abarcando a todos cuantos puedan sentirse concernidos, especialmente por la sensibilidad puramente artística y la potencia de acercamiento de las dos actrices que nos pasean por un espacio de Carlos Alonso simbólico a fuer de realista.