Programar es un marrón, pero tan sólo uno más de los muchos que la vida nos reserva con delicado cariño. No obstante, contando con la infraestructura y poder de la SGAE las cosas tienen que ser de otro color o, si acaso, de otro matiz, por lo que confeccionar un calendario debe resultar asequible incluso por encima del complicado qué y del quién.

Cabe imaginar que desde Arteria-Campos Elíseos se habrá calibrado dónde situarse dentro del circuito ya existente y sin tener que andar a codazos o pujando por los mismos artistas que los demás actores. La reflexión anterior llevaría a una programación diferenciada del resto, algo que, en alguna medida, sí ha conseguido, aunque pagando un peaje cercano a lo rancio. Otra cuestión para el teatro Campos es qué se hace con 800 asientos, pues es un número complicado: no da para nombres arrebatadores, el precio tendría que ser altísimo, ni para cachés de andar por casa en chanclas, pues lo más seguro es que ese tipo de artista no tenga poder de convocatoria.

A todo esto, convendría añadirle una marca de identidad a la historia que, con la presente programación avanzada, que pica en casi todos los corrales, no se consigue. No es que los artistas seleccionados no se merezcan su día, es que no hay ni un nombre singular ni un ¡epa, esto sí! Bueno, sí, uno: CocoRosie (2 de junio, miércoles), posiblemente minoritarias, pero con mucho talento, contemporaneidad y persuasión. Aunque asistan 200 seguidores, un diez para el programador. ¿John Mayall? LLenará, pero sus mejores días están olvidados y el no llega en las condiciones óptimas. ¿Víctor Manuel? Quizá sea el pago de la SGAE a sus vehementes declaraciones en contra de la piratería; pero Manuel, ¡que actúa dos días¡, no vende ni sale en radio ni televisión porque sus actuales canciones no interesan ni gratis.

En fin, que la programación del primer cuatrimestre nos deja las venas frías y cierta decepción en la carne..