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Raimundo Fitero

Respeto

Los números son tozudos: el fútbol de selecciones o competiciones europeas logran las audiencias de récord, con publicidad o sin ella. Es una constante. Un dato, una realidad, una circunstancia insoslayable. En la competición europea los equipos lucen en sus camisetas una bella palabra: «respect», es decir respeto. Y colocado en los pechos y espaldas de esos multimillonarios artistas del espectáculo televisivo con balón sobre un césped, alcanza un valor importante. El respeto es la base de cualquier convivencia, concepto democrático, asentamiento de principios de libertad y así hasta el infinito filosófico. Si todos respetásemos a los demás, las cosas se solucionarían de manera sencilla. Si respetásemos al otro por ser diferente, su pensamiento porque se basa en principios diferentes a los tuyos, pero de igual valor y simbología, se acabarían las guerras. Demasiadas condicionales. La falta de respeto a las creencias de los otros, de las minorías, lo que provoca más dolor, incluso más que ambiciones desmedidas.

En estos momentos hay dos focos donde la falta de respeto se coloca por delante de cualquier otra consideración. Pongamos el caso de las corridas de toros que en el Parlament de Catalunya una comisión está debatiendo. Se están escuchando a detractores y defensores, se oyen argumentos que van desde la ética hasta la etología, desde la tradición a la economía. En castellano y en catalán, con figuras del toreo, filósofos o políticos. Es decir, salga lo que salga, se está dando ejemplo de cómo realizar un debate propiciado por la iniciativa popular. Los medios se ríen de este acto en una falta de respeto absoluta. Los políticos de la caverna declaran Patrimonio Cultural lo que llaman Fiesta Nacional (española, naturalmente). Barbarie. No aceptan que también hay muchos españoles que detestan ese anacrónico ritual de tortura y muerte de un animal hermoso por coherencia.

El otro caso sistemático que se produce reiteradamente entre los medios y los políticos: todo lo que tenga que ver con Cuba o Venezuela se trata con una total falta de respeto. No es una cuestión ideológica, es puro fanatismo, soberbia y prepotencia. Vergonzante.

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