Txisko Fernández Periodista
El PNV se desintegra ante el espejo
En Sabin Etxea no estarán de acuerdo con este titular, sobre todo si repasan el número de poltronas que siguen ocupando en las instituciones municipales, forales y autonómicas. Porque, dejémonos de hacer trampas, el tándem PSE-PP sólo les ha quitado un palacete y unos cuantos despachos en Gasteiz. No les han quitado «el poder»; apenas les han restado un lehendakari, una docena de consejeros y, sí, muchos cargos «digitales» (de los que se nombran a dedo).
Lo que puede resultar terrible para los jeltzales no es esa reducción de su cuerpo institucional, sino que se han quedado desnudos ante el espejo que refleja su decadencia social, política e ideológica. Aunque tras las elecciones del penúltimo 1 de marzo los burukides se subieron a la cresta de la ola provocada por la indignación de sus bases ante «el robo de Ajuria Enea» y llegaron a acusar al unionismo español de llegar al Gobierno de Lakua «sin legitimidad», pese a ello, ya han vuelto al redil y ahora se apoyan en la crisis para justificar sus pactos con PSE-PP alegando que «todos tenemos que arrimar el hombro». ¿Alguien esperaba otra cosa de la dirección de un partido que durante treinta años ha vivido tan cómodo compartiendo mesa y mantel con Suárez, González, Aznar y Zapatero? A partir de ahora, lo más habitual será ver a los cargos públicos del PNV votando junto a los del PSOE y, si se tercia, los del PP, ya sea para impulsar macroproyectos, para instalar peajes o para congelar los sueldos a los funcionarios, que todo llegará.
En ese desolador panorama ideológico, resulta patético que intenten lavar su imagen con actos como el que abanderó hace siete días el diputado general de Gipuzkoa, Markel Olano. Porque lo que se vivió ante la sede de la institución foral fue un acto de sumisión a la imposición española. ¡Y encima lo dejaron escrito para la posteridad en una placa colocada en la fachada! Vayan y lean: Han izado la rojigualda obligados «bajo amenaza de sanción» y han colocado la placa para que conste que el Estado español se cisca en «la voluntad mayoritaria de los guipuzcoanos». ¿Entienden ahora el titular?