GARA > Idatzia > Iritzia> Gaurkoa

Antonio ALVAREZ-SOLÍS Periodista

La Casita Blanca

 

Me pregunto qué principal función -eminentemente la función política- tendrán ahora los ministros del Sr. López tras el nombramiento del gran Consejo asesor que ya ha empezado a funcionar en Lakua. Euskadi ha tomado el camino de una gobernación presidencialista tipo norteamericano. Veinticinco personalidades del gran mundo empresarial serán las encargadas de producir el pensamiento del lehendakari excepto en materia policial, que se reserva para sí el consejero Sr. Ares, encargado de dar el tiro de gracia a los condenados por la múltiple represión política, periodística e intelectual. Como suelen en Madrid, entre los nuevos y poderosos consejeros figurarán, como no, dos ex secretarios generales de UGT y Comisiones Obreras que pasan de dirigentes obreros a mentores del gran sistema empresarial. Para resumir, un par de grandes conclusiones iniciales: el vagoroso socialismo mínimamente posible ha quedado impedido y la acción política queda en manos de la trilateral instalada en la Lehendakaritza. Y como en el de Dante, a la puerta del palacete de Gobierno vasco se podrá leer la terrible sentencia dedicada a los que viven en el infierno de la situación: «Abandonad toda esperanza».

Euskadi había logrado tradicionalmente navegar con su propia carta creativa, lo que la había situado -y dejemos aparte otras reflexiones sobre el presente- entre los pueblos proporcionalmente con mayor proyección internacional. Esto la había dotado de una cultura propia que la distinguía netamente del resto del Estado. Como es evidente, este comportamiento desazonaba de modo permanente a Madrid, que por ello practicaba políticas erráticas en que unas veces halagaban al nacionalismo irisado y otras lo reprimían con ferocidad. Ahora los nuevos consejeros áulicos han decidido echar el cerrojo al nacionalismo mediante la primera declaración del modelo económico que preconizan para la nación vasca: el nuevo Consejo «no sólo debatirá sobre las debilidades y amenazas a las que se enfrenta la economía vasca sino también sobre la necesaria adaptación de sus fortalezas y oportunidades al entorno competitivo mundial». ¿Y cómo se logrará ese postulado tan retórico? Pues «mirando al futuro, adaptando la estructura económica actual, y en particular el modelo industrial vasco, a los retos de la globalización». Y este brillante propósito se hace público en un momento en que las grandes potencias vuelven al cultivo nacionalista de sus propios y enfrentados intereses, incluyendo el uso de herramientas tan clásicas como el desempleo en las filiales deslocalizadas o con la aplicación del arancel o de los bloqueos políticos, que se manipulan de la forma más descarada según vaya o venga la ola de la competencia. Ante esta realidad absolutamente patente escribe Zizek en su libro «Defensa de la intolerancia»: «La única manera de crear una sociedad en la que las decisiones de alcance y de riesgo sean fruto de un debate público entre todos los interesados consiste, en definitiva, en una suerte de radical limitación de la libertad del capital, en la subordinación del proceso de producción al control social, es decir, en una radical repolitización de la economía». Pues los expertos del lehendakari socialista niegan la mayor y miran, con pupila tendenciosa, al imperio, que maneja la libertad como su libertad y mantiene aherrojada la creatividad potencial de más de medio mundo mediante el Fondo Monetario Internacional o su agente ejecutivo, el Banco Mundial. Con ello pretenden la gran reforma de la vida vasca. Pero yo me pregunto con Gramsci si «¿puede existir una reforma cultural -ya que eso es lo que precisa el mundo-, es decir, una elevación de los estratos hundidos de la sociedad, sin una previa reforma económica y un cambio en la posición social y en el mundo económico? Una reforma intelectual y moral tiene que ir ligada forzosamente a un programa de reforma económica, más aún: el programa de reforma económica es, precisamente, el modo concreto en que se presenta la reforma intelectual y moral». Pero el Gobierno del Sr. López, teniendo delante la partitura escrita por Madrid, entiende por reforma la reinstauración del sistema que en definitiva beneficia a personajes que dirigen el mundo al margen de las urnas, entre los que figuran los grandes tiburones de los hedge funds o fondos de inversión de alto riesgo que se han reunido en una cena washingtoniana muy limitada, apenas doce miembros, y convocada por el Sr. George Soros, para retornar urgentemente a la política de la manipulación monetaria que produjo el gran desastre que ha consumido en su reparación sumas incalculables del ahorro ciudadano.

Es posible que el Sr. López entienda la globalización que le recomiendan sus nuevos y caros consejeros -caros en todos los sentidos- como la vía económica y social para conseguir esa «unidad» que retorne a la sociedad vasca al redil español para evitar «el viaje a ninguna parte» que, según su visión, había emprendido el PNV del Sr. Ibarretxe con un plan que «dividía de forma grave a la sociedad vasca». Debería hacer el Sr. López una modesta reflexión antes de abrir la boca: ¿no será él el que divide a la sociedad vasca? O, vista la cosa desde una perspectiva democrática, ¿no será mejor motor de propulsión social debatir públicamente todas las posturas políticas de un pueblo, en este caso el vasco? A Atenas la hizo grande la democracia de Pericles, que rompió con el monopolio de la aristocracia ¿La unidad consiste en la unidad de una sola voz blanca de castrati? ¿No hay otras posibilidades sinfónicas? ¿Es necesario que el futuro lo construyan las veinticinco personalidades de su nuevo y abigarrado Consejo, uniformadas de pensamiento en la misma clase de explotación social? Sr. López: cuando usted dice que ahora «en este país no hay derechos vulnerados», ¿ha repasado los mecanismos productores del paro, las acciones represivas de la libertad, la radical predeterminación de una justicia adversa a la calle, el gasto ornamental en torno a su sede, la intervención fulgurante en los medios de comunicación, la persecución del sindicalismo libre? ¿Por qué no gobierna usted directamente en vez de formar, como un pequeño Alejandro, la falange doméstica de las personalidades que ha llamado para asombrar a la calle y lograr así su protección? ¿Qué quiere hacer usted con el pueblo vasco? ¿Convertir a todos los inmigrantes que han conseguido -al menos hasta ahora- una vida más o menos digna en Euskadi en ocupantes del país que los acogió sin condiciones? Yo me llamo Álvarez y me encuentro feliz entre los vascos. ¿Por qué usted, que se llama López, necesita esa unidad terrible y plana que recompensará rencores absurdos en nombre de abstrusos principios a los que solamente apoyarán aquellos vascos que tienen sus mesas de cambistas en el atrio del templo? No entiendo por qué le acosan a usted tan extraordinarios arrebatos. Gobierne usted con su gobierno y deje de reunir senados extraelectorales con la única acta en su mano de ser presidentes de cosas cuya conducta tiene algún lazo sentimental secreto con personajes como el Sr. Soros. Hablemos claramente de nuestras cosas políticas en paz y confianza, sin organizar estas bandas de pueblo para entretenimiento de amas de cría y de soldados sin graduación. España, la gran destinataria de su unión patriótica, es poco de fiar. ¿Sabe usted por qué en España no hay un solo monumento al soldado desconocido? Pues porque aquí nos conocemos todos. O sea que déjese de organizar rigodones en su Casita Blanca y proceda con sencillez a gobernar la vida diaria, que en Euskadi ha sido contaminada por un mal uso parlamentario.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo