El día a día del test rápido del VIH en las farmacias
Una de cada tres personas seropositivas desconoce que lo es. Es la realidad del VIH. Las pruebas rápidas en farmacias se han consolidado como una herramienta útil. Pero ¿cómo es ese día a día con el test?
Joseba VIVANCO
Diez minutos. Ése es el tiempo de espera para conocer si el test rápido del VIH da o no positivo. «El nivel de ansiedad del farmacéutico por la posibilidad de dar una primera reacción positiva, sólo disminuye cuando a los diez minutos no hay señal de línea roja», reconoce Benet Fité, boticario en la ciudad catalana de Mataró. Sólo entre las farmacias de la CAV y Catalunya, hasta diciembre pasado se realizaron 4.705 de estas pruebas, de ellas 2.885 en dependencias vascas; el número de positivos fue de 39, de ellos, 24 vascos. «En la mortalidad por sida, el diagnóstico tardío es el escenario clínico más frecuente de muerte por Sida, por encima del fracaso virológico, pérdidas de seguimiento o efectos adversos», advierte el reconocido epidemiólogo del hospital de Basurto, Juan Miguel Santamaría. Entre nosotros, uno de cada tres nuevos infectados, hoy, es tardío. Y a nivel de la Europa de los 25 son casi la mitad de los infectados los que desconocen que tienen el VIH.
Éste es el desolador panorama que presenta una enfermedad ya veterana, crónica, a la que se le ha ido perdiendo el miedo, pero que sigue siendo, más que nunca, una «epidemia oculta», como la llama la experta del Instituto de Salud Carlos III de Madrid, la doctora Mercedes Díez. Quizá por ello, el director del Plan de Lucha contra el Sida en la CAV, Daniel Zulaika, no tuvo reparo en valorar que el primer simposio estatal celebrado estos días en Bilbo sobre los test rápidos del VIH era el congreso más importante al que acudía en muchos años.
No fue fácil, como reconoce el propio Zulaika. Los catalanes, dice, «han sido nuestro paño de lágrimas cuando las cosas se atascaban». Pero el programa del test rápido en una veintena de farmacias vascas -dos en Araba, 12 en Bizkaia y 6 en Gipuzkoa-, apenas un año después no sólo está consolidado, sino que se amplía a diez más. Éxito en cuanto a pruebas efectuadas y éxito en cuanto a positivos detectados. Los propios farmacéuticos participantes así lo reconocen. Como reconocen que tampoco ha sido sencillo enfrentarse a esos diez minutos de espera ni a la conversación anterior y posterior al resultado, con la persona que viene a hacerse la prueba.
María Ángeles Arrazola regenta una farmacia en el barrio donostiarra de Gros. Suman ya 320 tests realizados, sin ningún positivo. Pero ella no olvida a aquel joven bilbaino, homosexual, al que la prueba en otra farmacia había multiplicado su miedo al arrojar un `positivo dudoso'. Tenía que acudir a un centro de referencia al día siguiente y decidió, antes, repetir el test. «Al confirmarle el mismo resultado se echó a llorar y le intenté consolar como pude. Estuve hablando mucho con él, de la posibilidad de que fuera negativo, ya que la línea era muy tenue y ya habíamos tenido una experiencia anterior...», recuerda esta farmacéutica.
El joven temblaba del tal manera que regresó a la capital vizcaina en autobús en lugar de en su coche. «Le pedí que me llamase al día siguiente con el resultado definitivo. Me llamó para decirme que era negativo. Me alegré mucho por él». Para ella, la experiencia ha sido buena. «Hemos tenido de todo, pero alguno incluso hasta nos ha dado dos besos al irse», añade.
Nervios o entereza
Nunca el farmacéutico sabe cómo reaccionará la persona al otro lado del test. «Yo trato de conducir la charla hacia el caso de obtener un resultado negativo, insisto en la importancia de respetar el periodo ventana de tres meses desde la prueba de riesgo por la posibilidad de dar falsos positivos y luego planteo qué ocurre si hay un resultado positivo», explica Guillermo de Bagaría, farmacéutico en L´Hospitalet de Llobregat. «Sin saber el resultado, puedo dirigir la charla hacia el peor escenario, porque entiendo que ante un resultado dramático, la persona yano nos escuchará, por lo que es mejor dar la información de antemano», entiende.
«Los dos resultados obtenidos por nosotros fueron asumidos con sorprendente entereza y fue fácil orientarles hacia el paso siguiente», reconoce el facultativo catalán. «Tuvimos otro dudoso, el peor de todos, y los otros 292 restantes respiraron todos aliviados, y en su mayoría se replantearon su actitud ante las enfermedades de transmisión sexual, que es uno de los objetivos del test», prosigue.
También Pedro Rivero, facultativo en una farmacia en Gasteiz, tuvo la `fortuna' de que sus dos positivos «lo afrontaron con gran serenidad, a pesar de que no lo esperaban». A ambos los acompañaron, además, al Hospital de Txagorritxu para que fueran atendidos y confirmar los resultados. Uno de ellos, luego resultó ser un falso positivo. «Creo que es importante explicar al usuario, antes de hacer la prueba, la probabilidad estadística de que un positivo resulte ser un falso positivo, en tres de cada mil pruebas», opina.
Pero, como en botica, hay de todo en esas reacciones de la persona que acude a hacerse la prueba. Incluso, detalla María Ángeles Arrazola, «hemos tenido dos o tres casos de personas que acudían a hacerse el test sin ningún motivo de riesgo, eran personas obsesivas... Hubo también un caso llamativo de una persona que llamó unas cinco veces antes de venir y cada vez contaba una cosa distinta y ninguna de ellas suponía un riesgo para su salud».
Pero en la mayoría de los casos, es evidente que el nivel de ansiedad de la gente es alto al llegar, aunque vaya disminuyendo durante la entrevista y conversación. «En mi caso, sólo una persona tuvo que salir y volver porque no aguantaba esperar ni podía hablar», recuerda el catalán Benet Fité. «Hemos tenido algunos casos en que la persona estaba tan nerviosa que hemos realizado la encuesta al finalizar el test», señala, a su vez, Arrazola. Nervios o entereza, la prueba del test rápido del VIH la ha sido también para los propios farmacéuticos. En el fondo, como concluye el catalán Guilllermo de Bagaría, el mensaje es claro: «La capacidad de desarrollo personal de una persona seropositiva depende de sí misma; el peor escenario es ser seropositivo pero no saberlo».