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PRIMERA ENTREVISTA EN QUINCE AÑOS

Urralburu reaparece para alardear de la ilegalización y callar de la corrupción

Tras quince años de silencio, Gabriel Urralburu ha vuelto a hablar, y no precisamente para pedir perdón ni dar detalles de sus prácticas corruptas cuando gobernó Nafarroa. Es entrevistado en un libro que intenta rehabilitar su figura y la de Javier Otano, y en el que aprovecha la ocasión para presentarse reiteradamente como un pionero de la política de acoso a la izquierda abertzale, dado que en su día instó públicamente a «insultar y escupir» a sus miembros.

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Ramón SOLA | IRUÑEA

Nada se sabía de Gabriel Urralburu desde que salió de la cárcel de Logroño soltando un lacónico «y ahora, a ver qué nos depara la vida». Y la vida le va bien al que fue presidente navarro, a tenor de la primera entrevista concedida en quince años y que se insinúa que será la última. Con la complicidad del entrevistador -un ex policía foral- y la editorial -que ha publicado varios libros de Jaime Ignacio del Burgo-, Urralburu intenta rehabilitar su figura presentándose ante todo como un adelantado a la política de ilegalización de la izquierda abertzale.

Sobre las prácticas corruptas que le llevaron a la cárcel y que negó durante tanto tiempo, Gabriel Urralburu tiene poco que decir. Sólo la admisión de una obviedad: «Es público que hice algo que me perjudicó mucho y creó, además, una mancha en mi biografía y en la del Partido Socialista». Dice «lamentar ese error grave», pero añade que «cada día que pasa es más evidente que lo bueno que hicimos sobresale sobre estos hechos negativos tan graves».

¿Y de qué está orgulloso Urralburu? Pues de haber logrado impulsar «la repugnancia social». ¿A la corrupción? No precisamente, sino «a ETA, a sus cómplices y colaboradores». Al ser preguntado por las famosas declaraciones de finales de los años 80 en las que alentaba a «increpar, insultar y escupir por la calle» a los miembros de la izquierda abertzale, el histórico líder del PSN expone que «cuando uno es autoridad no debe decir determinadas cosas, de determinada manera. Yo me disculpé por haber dicho aquello, pero en el fondo lo que quería decir era que la sociedad debía mostrar su repugnancia contra los etarras y contra aquellas gentes que en los ayuntamientos, en el Parlamento de Navarra, en diferentes instituciones, estaban levantando la misma bandera y que utilizaban los votos, pero también utilizaban las bombas».

Urralburu se siente, pues, satisfecho. «Uno mira para atrás y concluye: la sociedad española tuvo una paciencia sin límites para soportar tanta barbarie». Y también está contento por haber hecho virar al PSOE hacia la defensa de la partición territorial de Euskal Herria, algo que afirma que hizo porque consideró que le daría más votos a su partido. A día de hoy, observa que «Navarra ha perdido los complejos de que se pueda negociar con ella. Nadie puede mover la silla de Navarra, está muy bien asentada en la voluntad popular y en la suficiencia de su autogobierno».

Ni Urralburu ni el resto de ex presidentes entrevistados en el libro -Jaime Ignacio del Burgo, Juan Manuel Arza, Javier Otano, Juan Cruz Alli y el actual, Miguel Sanz- explican por qué la ciudadanía navarra nunca ha sido consultada sobre su estatus.

Sanz: «Un gran referente»

Con la salvedad de Juan Cruz Alli -que recalca que Urralburu le engañó al asegurarle que era inocente-, nadie tiene reproches para el ex presidente corrupto. Más bien al contrario.

Su sucesor en el PSOE, Javier Otano, que dimitió en 1996 como presidente navarro por haber titulado cuentas suizas del PSN, dice que para él Urralburu constituía «un mito», y reivindica igualmente que «fue un gran presidente porque hizo lo que más adelante hicieron PP y PSOE: condenar, sancionar, recriminar a todos los que estaban con ETA».

Pero destacan sobre todo los elogios de Miguel Sanz, actual presidente, aunque estrictamente no son nuevos. «Aquello [lo de Urralburu] ya se juzgó, el PSN tenía en su figura algo más que un líder político, era un gran referente y por eso les está costando muchísimo salir adelante», dice. Para Sanz, no hay diferencias sustanciales entre UPN y PSN, y el futuro pasa por un gobierno de coalición.

El libro, por lo demás, retrata una Nafarroa indescriptible, en la que Del Burgo alerta para «no manosear demasiado eso de `Reino de Navarra'»; en la que Otano presume de haberle regalado a Juan Carlos de Borbón una tarjeta de la Universidad del Mus de Azpeitia; y en la que Sanz explica que ya no acude a El Sadar para no tener que ver ikurriñas. La Nafarroa de Urralburu, en suma.

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