Martxelo Díaz Periodista
De alcalde a comercial de seguros
El anterior alcalde de L'Hospitalet de Llobregat, la segunda ciudad de Catalunya, se dedica ahora a la promoción pública de planes privados de pensiones. La crisis aprieta y cada uno tiene que buscarse las lentejas donde puede, pero el problema es que el ex alcalde en cuestión se llama Celestino Corbacho y ocupa el cargo de ministro español de Trabajo, desde el que, en teoría, tendría que defender los derechos de los trabajadores, algo que queda ya en el terreno de la utopía.
El Gobierno al que pertenece Corbacho es el mismo que ha otorgado a los grandes bancos miles de millones de euros para protegerles de la crisis y que mantuvieran sus beneficios pese a haber recurrido a prácticas de riesgo comprando activos contaminados. Muchos de esos activos estaban vinculados precisamente a los planes privados de pensiones que si no hubieran recibido la ayuda pública habrían caído como Felipón. Es decir, que los planes de pensiones privados únicamente son viables si reciben sacas y sacas de dinero público para seguir engrosando los beneficios de los grandes banqueros. Mientras, a pesar de que el sistema público de pensiones sigue siendo «rentable», está en el punto de mira de los neoliberales privatizadores. En el hipotético caso de que la caja de la Seguridad Social entrara en números rojos -algo que todavía está por ver, pese a la clarividencia de los analistas que no vieron llegar la crisis-, lo conveniente sería que los fondos públicos cubriesen la diferencia, como ocurre en otros países. El argumento de que no hay dinero no vale cuando se están gastando auténticas millonadas en trazados ferroviarios de alta velocidad que sólo benefician a una minoría.
Los sindicatos -únicamente aquellos que en Nafarroa no reciben medallas de oro- ya habían alertado de que la propuesta del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero de prolongar la edad de jubilación hasta los 67 años se enmarcaba en una estrategia de privatización de los sistemas públicos de jubilación en beneficio del gran capital. La cosa parecía clara, pero es que ahora ya ni se molestan en camuflarlo o maquillarlo.