Maite SOROA | msoroa@gara.net
Encarcelar a Zapatero
Para comprobar el grado de excitación del nacionalismo extremista español basta con darse una vuelta por sus escritos. Ayer Pío Moa (uno que se pasó del Grapo a la carcundia) iniciaba su artículo en «Libertad Digital» con contundencia: «Tengo la idea de que hay leyes que tipifican como delito la colaboración con banda armada». Ahora verán a quién quiere enchironar.
Según Moa, «tenemos un Gobierno que, cuando la ETA estaba muy infiltrada y contra las cuerdas, ilegalizadas sus terminales políticas y duramente afectadas sus finanzas, procedió a legalizar dichas terminales, a las que afluyó gran cantidad de dinero público, y a reducir a mínimos la persecución policial». Más clara no puede estar la colaboración, ¿verdad?
Pero hay más: «No contento con ello, el Gobierno procuró dar una imagen positiva de los terroristas, les dio proyección internacional, los presentó (y pagó) como víctimas del franquismo, trató de silenciar a las víctimas directas y de desacreditar cualquier oposición a semejante política, llegando al chivatazo directo a la banda». El asunto parece grave.
Lo que tiene claro Moa es que «la colaboración se hizo en todo momento a costa del Estado de derecho, contra la ley y la Constitución y contra la unidad de España». Por lo menos está hablando de alta traición. Eso, como poco.
También habla de otros cómplices: «La ETA ha disfrutado, desde el momento en que empezó a asesinar, de complicidades vastísimas, desde la oposición antifranquista, parte del clero vasco y, en general, español o del nacionalismo vasco presuntamente moderado (también del catalán) hasta gobiernos como el francés de Giscard d'Estaing, el argelino, el cubano y otros; también del IRA o del terrorismo palestino, y, últimamente, de Chávez», pero, matiza, «jamás había contado con una complicidad tan enorme y efectiva como la del gobierno de Rodríguez». Más que grave, gravísimo el caso.
Y al final se pregunta, con el Código Penal en la mano: «¿debe hacer la sociedad como si nada hubiera pasado o, por el contrario, restablecer el imperio de la ley, acusar, juzgar y en su caso condenar a los evidentes delincuentes?». O sea, por decirlo claro: Zapatero, al chiquero.