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Enrique Ruiz Periodista chileno

Silueta de un terremoto

El terremoto de la dictadura de Pinochet fue peor que este terremoto. El capitalismo fundamentalista chileno consagró la fragmentación social, el canibalismo vecinal y la farandulización informativa

Una desgracia tras otra: llegó un terremoto, después vino un tsunami, posteriormente otro sismo en Antofagasta... ¿Qué mierda pasa?

El terremoto grado 8,8 en la escala de Richter que azotó Chile tuvo algo positivo: se resquebrajó la pantomima del «país modelo de Sudamérica», la efigie forjada por Pinochet y ensalzada por Milton Friedman y Von Hajek se desplomó como castillo de arena. Junto con eso adquieren más vigencia que nunca las ideas visionarias de Salvador Allende, Pedro Aguirre Cerda y Miguel Enríquez: el capitalismo no funciona, la vida humana es otra cosa.

El país exitoso, el referente elogiado por el FMI y EEUU, volvió al origen y quedó en pies de barro. Bastaron sólo dos minutos de fuerza telúrica para que las ondas sísmicas barrieran con todo. La derecha chilena y su patota de exégetas del Consenso de Washington, absortos, miraban cómo el decálogo del neoliberalismo se iba al carajo. El Estado reducido a su mínima expresión no tenía un sistema integrado para afrontar desastres naturales, los hospitales públicos no tenían generadores eléctricos autónomos: ahora la arrogancia chilena tuvo que aceptar la ayuda de Argentina, Brasil, Cuba y la Unión Europea. Y también la filantropía de postal de EEUU llevó sus dádivas: Hillary Clinton regaló 25 teléfonos.

Las Fuerzas Armadas chilenas, muy eficientes en secuestrar y torturar, apenas sirvieron para alertar del tsunami. La Armada chilena eufemísticamente dijo que «se produjo una descoordinación» en su sistema de alerta temprana. No se descoordinaban para torturar y masacrar chilenos bajo la dictadura de Pinochet.

Sólo un detalle dentro del luminoso y devastador panorama chileno: las edificaciones construidas bajo la Unidad Popular de Salvador Allende en el centro de Santiago están intactas. Las Torres San Borja de estilo Bauhaus, de 20 pisos cada una, sin un rasguño. En cambio las otras, esos edificios nuevos de arquitectura gringa con gyms y piletas en la azotea quedaron más barrenados que el Puente del Río Claro. El terremoto de la dictadura de Pinochet fue peor que este terremoto. El capitalismo fundamentalista chileno consagró la fragmentación social, el canibalismo vecinal y la farandulización informativa.

Conce, la primera ciudad cultural de Chile. La ciudad que durante la época de Allende desbordó el arte y las letras. La ciudad donde los murales del mexicano David Alfaro Siqueiros recibieron los encuentros literarios de Ernesto Sábato y Alejo Carpentier. Conce siempre Conce, pese a los mass media chilenos (genuinas rameras del merchandising capitalista), cuyo único epicentro noticioso es el saqueo.

Ojalá que no se olvide. La memoria chilena es corta como la duración de un terremoto y tan selectiva como un tsunami.

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