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De Justicia y Reparación, mejor ni hablar

Ayer se cumplían seis años desde que varios atentados contra sendos trenes de cercanías de Madrid provocaron 192 muertos y cientos de heridos. Aprovechando esta efeméride, el Parlamento español aprobó una declaración por la que a partir de este año cada 27 de junio se conmemorará el Día de las Víctimas del Terrorismo. La razón de esa fecha es, según los parlamentarios españoles, incluidos los representantes de PNV y NaBai, recordar a Begoña Urroz, una niña que murió en 1960 en un atentado en Donostia. Según José Bono, presidente de la Cámara, se pretende así denunciar que la primera víctima de ETA fuese un bebé, lo que «pone de relieve la vileza de la banda terrorista». El problema es que -al margen de que en 50 años Begoña Urroz no haya merecido reconocimiento institucional alguno-, tal y como ha demostrado fehacientemente el historiador Iñaki Egaña («Cómo se construye una mentira», GARA 2010-2-17), es mentira que el atentado en el que murió Begoña Urroz fuese obra de ETA. También el escritor Xurxo Martínez Crespo deja poco margen a la duda tras asegurar que posee documentos de uno de los comandantes del grupo armado que llevó a cabo el atentado en los que se reconoce dicha autoría.

Semejante manipulación histórica resulta inaudita. ¿Cómo puede el Parlamento de un país europeo defender una mentira evidente por puro interés político, con el único objetivo posible de engañar a la opinión pública? Sin embargo, hay que recordar que hace ahora seis años el Estado español forzó a la ONU a hacer un ridículo inédito al condenar explícitamente a ETA como autora de los atentados del 11-M. No se puede obviar tampoco que por la misma razón varios líderes políticos vascos marcharon tras una pancarta en defensa de la Constitución española. Igualmente, no cabe olvidar que la primera voz que dijo que lo afirmado por la ONU a consecuencia de las presiones españolas era falso fue la de Arnaldo Otegi, ahora preso por defender otras verdades, y que también apuntó que la motivación del atentado no sería atacar la Constitución sino denunciar la ocupación de Irak.

La norma de oro de las víctimas a nivel universal es aquella que reclama Verdad, Justicia y Reparación. El próximo sábado, dos días después del 11-M, se cumplirán igualmente seis años de la muerte de Ángel Berrueta a manos de un policía español y su hijo en un ambiente de acoso a la izquierda abertzale creado por quienes se aferraron a la mentira. Berrueta no es considerado «víctima del terrorismo» y los autores de su muerte ya disfrutan de permisos carcelarios. En el Estado español esas peticiones de Verdad, Justicia y Reparación se han trasmutado en mentiras, venganza y obcecación. Así es muy difícil consolidar una cultura política democrática.

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