Iñaki Lekuona I Periodista
La autopsia
Hoy llevarán a cabo la autopsia al cuerpo del militante de ETA Jon Anza. No hay que ser ningún vidente para saber de antemano que no encontrarán nada. Si diseccionaran ahora el cadáver de España, ese monstruo de Frankenstein que han venido recosiendo por la fuerza de las armas desde hace siglos y que se obstinan en mantener con vida artificialmente, tampoco encontrarían nada. Porque no hay más ciego que el que no quiere ver. Y del Ebro para abajo, no se quiere ni mirar. Incluso del Ebro para arriba hay quien se resiste a plantarle cara al mal llamado problema vasco, que no es otra cosa sino un problema español. No es que vascos, españoles y franceses vean la situación con ópticas diferentes; es que españoles y franceses simplemente no quieren ver. Para ellos, los vascos somos sujetos de un patrimonio lingüístico y cultural peculiar, pero nada más allá. No somos en ningún caso sujetos de nuestro propio destino, sino súbditos ¿por obra y gracia divina? del Reino de España y de la República Francesa.
Los vascos somos un miembro enfermo de ambos Estados, una tara que ni por asomo se puede amputar. París y Madrid, en su ceguera, se dicen convencidos de que esa enfermedad puede sanar. Y no ven, no quieren ver, que quien se halla enfermo es el propio Estado, roído por una vejez de imposiciones, de uniformizaciones, de negaciones. Afirmar, como ambos lo hacen, que el Estado es uno e indivisible es reconocer que el territorio es un remedo, una falsa unión, una nación artificiosa, un monstruo al que dieron vida hace cinco siglos y que se obstinan en que sea eterno sin querer ver que ya está muerto. Y no hace falta hacerle ninguna autopsia. Es muerte natural.