El Helmántico vivió una demostración más de uno de los dos grandes tesoros que tiene la Real, su afición. Que 3.000 personas hagan un desplazamiento de 500 kilómetros a quince jornadas del final para ver un partido contra un rival que no es de su Liga es algo que escapa a cualquier lógica. Una pareja tipo se gastó más de 200 euros, en la hipótesis más económica de viaje en el día con autobús y bocata, para meterse once horas de viaje, estar unas pocas horas de poteo y ver un partido de Segunda que, como la mayoría, no resulta espectacular. Y la mayoría hoy madrugará para ir a trabajar pocas horas después de volver de viaje. Y ese plan sedujo a 3.000 guipuzcoanos porque los sentimientos no atienden a razones, aunque los aficionados buscaron una explicación a su viaje al cantar que «hemos venido a despedirnos de la Segunda División». Se merecen que ese deseo se cumpla porque la afición de la Real es líder en su categoría.