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El escándalo en torno a los abusos sexuales de la iglesia toca a la puerta del Vaticano

El escándalo de abusos sexuales en centros religiosos alemanes ha entrado en el mismísimo Vaticano, tanto por la puerta grande como por atrás. Bajo la responsabilidad de Ratzinger, el obispado de Múnich volvió a emplear a un cura pedófilo reincidente. También el hermano del papa sabía de dichos delitos y no hizo nada.

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Ingo NIEBEL

El presidente de la Conferencia Episcopal de Alemania, Robert Zollitsch, se ha reunido recientemente con el papa Benedicto XVI para informarle de los pasos que los obispos alemanes habrían emprendido para esclarecer los múltiples casos de abusos que se han detectado en 20 de las 27 diócesis germanas. Tras el encuentro, el papa mostró su respaldo a los obispos alemanes y Zollitsch pidió una vez más disculpas a las víctimas.

Sin embargo, Benedicto XVI sigue sin pronunciarse sobre «los abusos sexuales y pedagógicos» que se produjeron en colegios, monasterios y coros de la iglesia católica alemana a pesar de que sí condenó los delitos cometidos por religiosos en EEUU e Irlanda. Su silencio podría ser interpretado como prudente si el escándalo no le afectara directa y doblemente.

Arzobispo de Múnich

El nexo del papa con lo ocurrido se encuentra en Baviera, donde él ejercía el cargo de arzobispo de Múnich cuando se le conocía aún como Joseph Ratzinger. En Ratisbona, su hermano Georg dirigió el famoso coro infanti de un internado en el que se descubrieron varios casos de violencia física y sexual contra alumnos. Tras una oleada de artículos, el hermano de Benedicto XVI reconoció en una entrevista que varios alumnos le habían contado lo sucedido pero insistió en intentar justificar su pasividad.

Otros argumentan que no sabían nada, argumentos que las víctimas no aceptan porque en varios casos la iglesia sacó a los delincuentes de un colegio para meterlos en otro. El viernes pasado, el diario «Süddeutsche Zeitung» informó de que el obispado de Múnich era responsable de que en los años 80 un cura pedófilo, desterrado de Essen por sus crímenes, fuese empleado otra vez en el trabajo social donde abusó de nuevo a jóvenes. Por lo tanto queda la pregunta sobre qué supo el entonces obispo Ratzinger de los rumores o de los casos concretos ocurridos en su diócesis, y qué hizo. Pero el papa calla, aunque los impactos están cayendo cada vez más cerca.

El escándalo le afecta ahora tanto como individuo con cierta responsabilidad cívica como también como jefe eclesiástico ahora que el arzobispo de Viena, Christoph Schönborn, pone a debate el celibato. Dado que esta discusión afecta a los principios del fundamentalismo cristiano, que profesa el papa, sí encontró palabras en un encuentro con clérigos para defender esta institución, considerándola como un «valioso regalo» y «una muestra de la entrega incondicional a Dios», la cual no habría que someter a las modas de la sociedad secular.

Marejada política

Esta última no está eludiendo el enfrentamiento con la Iglesia y el Papa. El vicepresidente socialdemócrata del Parlamento alemán, Wolfgang Thierse, exigió a Benedicto XVI que se disculpe ante las víctimas y que la Iglesia pague indemnizaciones.

Su ataque se sitúa al lado del rifirafe que la ministro federal de Justicia, la liberal Sabine Leutheuser-Schnarrenberger, mantiene con el obispo Zollitsch desde que estalló el escándalo. La política acusó a las autoridades eclesiásticas de no colaborar debidamente con la fiscalía. Zollitsch reaccionó llamando a la canciller cristianodemócrata Angela Merkel, para quejarse. Acto seguido las democristianas ministras de Familia y Educación, Kristina Schröder y Annette Schavan, respectivamente, abrieron otro frente proponiendo que se prolongara el periodo de prescripción de dichos delitos. Según el Código Penal alemán el abuso sexual de menores prescribe diez años después de que una víctima ha cumplido los 18 años, en el caso de violación el periodo es de 20 años. La ministro de Justicia ha rechazado el avance de sus dos colegas de gabinete, creando así otro conflicto más entre los socios de gobierno.

Al margen de la crisis del Gobierno alemán es reseñable que la Iglesia católica ha dejado de ser una institución intocable. Que no está fuera de la ley, a pesar de que sigue en vigor el concordato firmado con los nazis, lo demostró el registro del monasterio benedictino de Ettal, situado en la patria bávara del Papa. Fiscales y policías lo registraron en el marco de una operación contra la pornografía infantil a principios de marzo porque entre 2000 y 2001 un miembro del monasterio había colgado fotos de alumnos semidesnudos en una página web, controlada por la policía. Además se descubrió que en 2009 un cura castigó físicamente a dos alumnos menores de edad que es prohibido por la ley.

El ala fundamentalista de la Iglesia católica, encabezada por el obispo de Augsburgo (Baviera), Walter Mixa, culpa a la «revolución sexual» de los contactos entre adultos y niños. El obispo castrense intentó asimismo desviar el debate, poniendo el foco en un internado laico de elites en el que pedágogos supuestamente progresistas abusaron de 23 alumnos y de una alumna.

Por ahora, el resultado de todo este escándalo es que el muro del silencio que encubría esos crímenes, se está rompiendo poco a poco y que las víctimas se encuentran en una situación que les permite salir del anonimato, denunciando lo hasta ahora indenunciable.

 

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