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Gloria Rekarte ex presa

En sus manos queda

 

Cualquier ciudadano francés sabe ahora que sufrir un accidente en la calle puede abocarle a la peor de las pesadillas. En ese momento puede, sencillamente, desaparecer. Y al margen de cuantas pertenencias capaces de facilitar su identificación lleve consigo, ni médicos, ni personal sanitario, ni policías, ni agentes judiciales, ni ciudadanos de a pie, sabrán dar razón a sus allegados por muchas búsquedas que realicen, por muchos juzgados a los que recurran, por muchos hospitales que recorran, por muchas morgues que visiten. Aunque puede quedarle el consuelo de que si su cuerpo surge de la nada como un año después, los medios de comunicación españoles serán los primeros en dar cuenta de lo que hasta entonces nadie ha sabido. Lo que solo tendría explicación en Haití, en las horas siguientes al devastador terremoto, ha tenido lugar, sin embargo, en las ordenadas calles, en los competentes hospitales y en las eficientes oficinas policiales y judiciales del estado francés.

«Los franceses no se merecen un gobierno que les mienta» rezaba la editorial del domingo de este periódico. Entonces tienen por delante una tarea que no admite ni permisividad ni demoras. Porque de momento, la tan ensalzada colaboración policial les acaba de colar una insostenible, incoherente e indecente versión de los hechos. Una versión a la medida de un gobierno que hace de la mentira, la ocultación, y las cloacas, su principal, sino única, línea política. Una versión a la española. Puede ser el inicio, o solo un intento; porque bastará que lo acepten para que necesiten cada vez mayores tragaderas, unas tragaderas también a la española. Bastará una sola vez para que merezcan un gobierno que les mienta. Una sola, y lo tendrán.

 
 
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