A la dirigente del PS Martine Aubry, considerada como la gran vencedora de la primera vuelta de las elecciones regionales en el Estado francés y situada en una buena posición para las presidenciales de 2012, se la presenta ahora como una «Merkel de izquierda» tras haber esta asociada durante largo tiempo a la instauración de la semana laboral de 35 horas.

A sus 59 años, la antigua ministra de Empleo y número dos del Gobierno de Lionel Jospin (1997-2000) sigue intentando ocultar su ambición. Pero la determinación de la hija del antigua presidente de la Comisión Europea Jacques Delors no ofrece ninguna duda.

Nadie hubiera apostado a su favor cuando fue elegida por los pelos a finales de 2008 frente a Ségolène Royal para dirigir un PS desgarrado. Esta elección, además, estuvo salpicada de acusaciones de fraude.

Algunos meses más tarde, el PS tocó fondo al obtener un decepcionante 16,5% en las europeas de junio de 2009.

Pero Aubry restableció su autoridad organizando en verano un referéndum sobre la renovación del partido que prevé primarias en 2011 para seleccionar al candidato en las presidenciales. «En ese momento todo cambió. Se vio que había una líder en el PS», considera el politólogo Gérard Grunberg.

Si la victoria del PS se confirma en la segunda vuelta, Martine Aubry tendrá opciones para encabezar la candidatura del PS en 2012. Se podrá descartar, una vez más, a Ségolène Royal, y, sobre todo, al director del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn, que, por el momento, es el favorito en los sondeos.

Por todo ello, Aubry intenta dotarse de una imagen de dirigente metódica y serena frente a un «hiperpresidente» impulsivo y que decide todo.

De ahí el apodo de «Merkel de izquierda» que ha aparecido recientemente en la prensa francesa. «Las dos somos serias. Y las dos hemos tenido problemas con Nicolas Sarkozy», ironizó Aubry al enterarse.

Con la canciller alemana comparte un estilo de vestir, pero también la discreción sobre su vida privada.

Anteriormente, se le conoció como la «Dama de las 35 horas» por implantar esta jornada laboral semanal, por lo que fue duramente criticada por la derecha.