Koldo CAMPOS | escritor
Tertulianos
Los seres humanos, sea por gracia divina o por dicha del genoma, estamos dotados de dos cerebros. Uno suele ser utilizado, ocasionalmente, para pensar, expresarnos... hasta para escribir esta columna, aunque haya quien lo dude.
El otro cerebro, algo más voluminoso, tiene entre varias funciones tan placenteras como innombrables, la de permitir que nos sentemos.
Desgraciadamente, hay individuos a los que, por congénita carencia o desuso, se les atrofió el cerebro de arriba, viéndose en la necesidad de apelar a un intensivo uso del de abajo.
Las consecuencias de la atrofia cerebral superior, involutiva y acelerada, ligada, casi siempre, a la extrema debilidad del pensamiento, genera en el sujeto afectado por la merma cerebral una incontinencia oral tipificada como «hablar mierda» que, no sólo no corre peligro de extinción sino que se multiplica como verdolaga, especialmente, por ciertos canales de televisión.
Todo ello se agrava al disponer de un solo cerebro para funciones tan disímiles como opinar y defecar.
El resultado es el tertuliano, prominente trasero dotado de humana resonancia que, para no contrariar la máxima de que la función crea el órgano, ha logrado paliar sus carencias cerebrales superiores reproduciendo, desde sus más hondas entrañas, sonidos casi humanos.
Ayer uno clamaba contra la violencia «a las buenas o a las malas», y otro más evacuaba con escatológica precisión... «y a las peores también, que a los violentos hay que escupirles en la cara y que se pudran en la cárcel».
Mañana volverán a hablar de Belén Esteban, de Jesulín y de la Pantoja.