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Crónica | El ex director del FMI estuvo en Deusto

Camdessus compara la crisis con un mostruo de siete cabezas

El expresidente del Fondo Monetario Internacional (FMI), el vasco Michel Camdessus, dijo que la crisis actual es como el mostruo mitológico de las siete cabezas: «o las cortabas todas o volvía a reproducirse».

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Juanjo BASTERRA

Michel Camdessus, nacido en Baiona, alcanzó las más altas cimas del Banque de France -1984 a 1987- o del Fondo Monetario Internacional (FMI) desde 1988 a 2000. Siete años después de haber participado en unos encuentros en Bilbo, volvió el lunes a la Universidad de Deusto para mostrar desde su experiencia en los más altos asientos de la economía mundial qué ha pasado con la crisis y, sobre todo, por dónde se debe salir de la misma.

Pidió una «revolución ética» para hacer frente a quienes decidieron en su día arrasar con los mercados con el único objetivo de llenar sus bolsillos y obtener los máximos beneficios económicos «sin importarles el resto de la humanidad, ni el medio ambiente». Dijo que «la revolución neoliberal» fue «una herejía de la economía de mercado». Las charlas del Forum Deusto con la colaboración de Deusto Business School tienen un título genérico de «ciclo social cristiano para el tiempo presente», por lo que planteó, en este caso, que «si la palabra revolución les parece muy fuerte -dijo a la concurrida Sala de Grados de la Universidad de Deusto-, sitúenla en un cambio radical, que en lenguaje cristiano es una conversión». Para él, debe imponerse «una sociedad más justa, que devuelva a cada habitante la dignidad».

Este vasco, que asesoró al presidente Jacques Chirac y ahora al actual Nicolas Sarkozy, «con las mismas reglas», aunque no las desveló, mostró una de cal y otra de arena. Reconoció los males en la «avaricia» del neoliberalismo y, a la vez, destacó que se está avanzando en la superación de los errores, como los paraísos fiscales o las elevadas remuneraciones. Sin embargo, la realidad diaria, que seguro que Michel Camdessus no desconoce, demuestra con claridad que una vez que parece que la crisis a nivel mundial ha frenado, las cosas vuelven a su sitio. Es decir, la élite económica se dispone a gobernar el mundo a su manera, doblegando a los gobiernos y a las personas.

Camdessus comparó la crisis con «el mostruo de las siete cabezas, que forma parte de la mitología en la que Hércules debía cortar todas las cabezas de una sola vez con la espada para que no se regenerara». Las siete cabezas son para él «la pobreza mundial; el cambio climático, crisis del multilaterialismo; la crisis alimenticia; la energética; la financiera y la cultural».

Para referirse a la crisis financiera, Michel Camdessus puso un ejemplo de un poblado de sus «antepasados vascos» donde todo estaba organizado, pero «cualquier acontecimiento desvirtuaba el orden». En este caso recordó que «la revolución financiera sin límites llegó porque el G-20 -los países más poderosos del planeta- no regularon y negaron el control de las finanzas globales».

Para él, la crisis tiene su origen profundo «en un afán de ganancias inmediatas y en el más corto plazo posible. La cultura del pelotazo, un universo sin reglas y de exhuberancia irracional». Lo dijo con fe y, sobre todo, con la constancia de que cuando se abrió el mercado financiero al planeta, gracias a la posición de los neoliberales encabezados por Alan Greespan, «yo estaba ahí». Para él, ahí está el epicentro de la crisis, en «la falta de reguladores y de autoridades financieras». Ese hecho «llevó a la codicia. Esta crisis es un desastre ético».

Camdessus llamó la atención de otra consecuencia de la crisis: el elevado deterioro del medio ambiente. «Esta crisis es insostenible, pero vamos a un agotamiento».Pidió un cambio «en nuestra maneras de vivir y de consumir. De lo contrario, no tenemos salida».

Con resignación cristiana, como dijo, se ha preguntado más de cien veces cómo no haber sabido actuar de otra manera para no haber alimentado a ese mostruo de las siete cabezas. Su conclusión es que «esos comportamientos estaban arraigados en un contexto en el que el dinero produjo ceguera colectiva». En este sentido reconoció que uno de sus viajes a Londres, estuvo con Margaret Thacher, «la dama de hierro», quien le recomendó que «ni los estados ni las instituciones debíamos de meternos en la regulación de los mercados. Tuvimos nuestras diferencias, pero ese es el camino que se adoptó y que ha generado estas consecuencias dramáticas».

Para él, es necesario vigilancia y control, porque la crisis ha demostrado «carencias institucionales importantes». En ese caso demandó una «supervisión más eficiente» y consideró necesario una remodelación del FMI. «Es necesario que Europa deje alguna de las ocho sillas que ocupa para que los países de Latinoamérica participen». Reconoció, por último, el esfuerzo de Barack Obama, presidente de Estados Unidos, en avanzar en estos temas, a pesar de los «lobbys»

 

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