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Con «El juego de la muerte», la televisión francesa lanza un demoledor debate sobre su poder

En el documental «Le jeu de la mort» (El juego de la muerte), que France 2 emitirá esta noche, se muestra un juego ficticio entre jugadores reales que obedecen órdenes hasta convertirse en torturadores.

Juliette Collen | PARIS

«El juego de la muerte», firmado por Christophe Nick, ha adaptado a la pequeña pantalla un experimento realizado en la Universidad de Yale por Stanley Milgram en la década de los sesenta para investigar los mecanismos de sumisión de los alemanes a los nazis. Incluso antes de su emisión, el programa pretende demostrar la influencia psicológica de la televisión y empieza a generar preguntas. «¿Tiene la televisión derecho a matar?», se preguntaba el semanal «Telerama». «El juego en el que usted es el verdugo», apuntaba por su parte «Le Monde-Magazine».

Para el experimento se buscó a ochenta voluntarios que nunca hubieran participado en un concurso televisivo. Se les reclutó diciéndoles que iban a participar en un piloto de un nuevo programa llamado «La Zone Xtrême». El objetivo: someter a un participante -un actor- a una serie de preguntas. ¿El castigo? Una descarga eléctrica en crecendo desde 80 voltios... hasta los 460. Con cada respuesta incorrecta, el público -a quien tampoco se le advirtió de que era un experimento- gritaba «castigo» y se le administraba otra descarga eléctrica.

El falso candidato, Jean-Paul, a quien los «interrogadores» no veían, demostraba su dolor: lanzaba gritos, pedía que se parase el juego y terminaba dejando de dar señales de vida. El 80 por ciento de los «interrogadores» llegó hasta el final del juego, que acabó convirtiéndose en una sesión de tortura. Sólo dieciséis abandonaron resistiéndose a la autoridad de la televisión, encarnada en la presentadora Tania Young.

«Los interlocutores no están dominados por una relación jerárquica, pero sí bajo la influencia del poder de la televisión. Un sistema que aplasta, un totalitarismo silencioso», concluye Jean-Léon Beauvois, investigador en psicología social. Los participantes no se atreven a enfrentarse a la presentadora, en quien confían -«¡la televisión no puede hacer eso!»- y ante la que se comparecen en solitario. «Al iniciar el experimento, no creíamos que la televisión tuviera tanta legitimidad», explica Christophe Nick. A quienes obedecieron, el equipo les explicó que «era normal y que la culpa era del contexto. La televisión, cuando está decidida a abusar de su poder, tiene un poder absolutamente aterrador».

Patrick, de 52 años y uno de los participantes en el programa: «Se me dijo: `Haz esto así' y ¡los tipos que me lo dijeron sabían lo que se hacían! Me olía que había algo raro detrás, pero no era mi problema».

EL CONCURSO

Los participantes y el público no sabían que aquel concurso era un experimento. Espoleados por la presentadora, castigaban a un falso concursante con descargas eléctricas, torturándolo hasta matarlo. Sólo se retiraron dieciséis.

MECANISMOS

«Mis abuelos llevaron la estrella amarilla en 1941. Desde pequeña me pregunté por qué lo habían hecho. ¿Por qué habían obedecido esa orden? ¿Por qué se metieron en los vagones de los trenes? Y, ahora, cuando me tocaba a mí, obedecí», afirma Sofía, de 46 años.

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