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EEUU se tapa la nariz en el Gran Juego con Rusia y China por Asia Central

Matt SIEGEL |

Enfangado en Afganistán, EEUU necesita amarrar a sus aliados en Asia Central, una labor dificultada por la tradicional influencia de Rusia en la región y por el creciente desembarco de China.

En su primer año, la Administración Obama ha tenido que hacer veraderas piruetas diplomáticas, sacar la chequera y hacer la vista gorda a las violaciones de los derechos humanos en Kirguizistán y Uzbekistán para mantener, en el primer caso, su base aérea en Manas y para permitir, en el segundo, el avituallamiento por tierra de sus tropas apostadas en Afganistán.

«El resultado es que EEUU se alinea con regímenes que se cuentan entre los más autoritarios y corrompidos del mundo», señala Paul Quinn-Judge, representante de International Crisis Group en Bishkek, capital kirguís. Esta realpolitik es tanto más evidente después de que las críticas al régimen uzbeko tras la sangrienta represión en 2005 de unas protestas en Uzbekistán tuvieron como efecto el cierre de una base militar clave para EEUU en su suelo, que comparte una larga frontera con Afganistán.

Rivales en la zona

Por otro lado, Rusia no ceja en las maniobras para minar la penetración estadounidense en una región que considera como su zona de influencia natural. No en vano las repúblicas centroasiáticas fueron soviéticas.

Pero a esta rivalidad se le ha sumado el desembarco de China, que en 2009 superó a Rusia como socio comercial en Asia Central. Esas repúblicas agradecen el método chino, consistente en invertir en la zona sin exigir contrapartidas económicas o políticas. Más cuando la crisis global ha minado el poder económico de Rusia.

No hay que olvidar que a China le interesa fortalecer esos regímenes para evitar que las rebeliones islamistas existentes en muchos de ellos le salpiquen y contagien a su «provincia» de Xinjiang (Turquestán Oriental).

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