El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, volvió a referirse ayer a su amenaza de expulsar a los 100.000 armenios que viven y trabajan en Turquía pero no tienen regularizada su situación al afirmar que con ella pretendió «llamar la atención de todo el mundo sobre nuestra actitud tolerante con esta gente», pero no significa que «vayamos a tomar inmediatamente la decisión» de expulsarlos.

No obstante, pidió a los países occidentales que dejen de condenar a su país por el «genocidio» del pueblo armenio, un término que Ankara rechaza, y les acusó de «injerencia» en las relaciones turco-armenias.

Erdogan respondió con la amenaza de expulsión a la aprobación en el Congreso de EEUU y en el Parlamento de Suecia de una resolución sobre el genocidio armenio por los turcos entre 1915 y 1918, que se saldó con alrededor de un millón y medio de muertos (entre 250.000 y 50o.000, según Turquía). Gran Bretaña prevé aprobar una moción similar.

«Lo que digo -señaló ayer- es que quienes votan esas resoluciones sin fundamento... deberían considerar el enfoque humanitario con que tratamos este problema... No deben inerferir en las relaciones que tenemos con nuestros vecinos».

Respecto a los armenios «sin papeles» agregó que Turquía «ha demostrado buena voluntad y tolerancia con las personas necesitadas... y vamos a seguir haciéndolo».