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El polvorín retórico

Antonio

ALVAREZ-SOLíS

Periodista

El actual manejo del lenguaje en la política equivale a fumar en un polvorín. La simplicidad con que se expelen conceptos e imágenes habría poblado en otros tiempos de seres rotos el ámbito público. Yo no sé si ahora todo pasa sin mayores consecuencias porque ni gran número de los que hablan ni gran parte de los que escuchan poseen un mínimo sentido de la medida y de lo razonable. También es posible que todo esté mediatizado por un desdén profundo de la dignidad propia y ajena, que también debiera protegerse en la forma y el alcance del diálogo. El caso es que el ambiente social se puebla de discursos disparatados sin que mucha gente sepa apreciar que las palabras no dejan de ser un explosivo.

A propósito del elevadísimo gasto que ha supuesto reformar el sugestivo Palacio de Correos de Madrid y convertirlo en Ayuntamiento de la ciudad, el concejal de Hacienda ha zanjado el debate que algunos trataban de abrir en esta época de crisis con una observación absolutamente sorprendente. Ha dicho que la reforma del Museo del Prado, que precisaba ya de mayores ámbitos, ha costado mucho más por metro cuadrado y nadie ha levantado la voz. La comparación entre lo que demandan «Las meninas» y lo que necesita el Sr. Gallardón para ejercer sus funciones produce un inevitable pasmo. Decía el psiquiatra Ronald Laing que el esquizofrénico que se cree Napoleón deja de parecer enfermo si lo enmarcamos en las Tullerías con los efectos adecuados. Con ello el gran médico procuraba relativizar la dolencia mental. Puede que si colgaran al Sr. Gallardón de una pared, la reforma del Palacio de Correos parecería lógica.

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