Los pasos que se van dando están haciendo camino, pero el trayecto sigue siendo sinuoso
No hace camino quien se queda sentado, apartado, mirando cómo los demás se mueven de un lado a otro acarreando tanto éxitos como fracasos. El inmovilismo en el que hoy parecen sentirse cómodos quienes acaparan ciertas poltronas institucionales no nos conducirá a un escenario mejor. Eso es lo que pretenden quienes en Euskal Herria, en el Estado español y en el Estado francés hoy intentan inmovilizar a la sociedad vasca para que todo siga igual. Por ello, ni siquiera cambian de lenguaje: «ETA está más débil que nunca», «la izquierda abertzale tiene que condenar», «España es una unidad de destino en lo universal», «aquí no se tortura», «todo ha sido un cúmulo de errores»...
Quienes se sienten cómodos «gestionando» el conflicto no ofrecen esperanzas de ningún tipo. Y no lo hacen pese a que están obligados a terminar sus mensajes asegurando que el desenlace será positivo para «sus intereses». Pero su discurso no pasa del fatalismo: «más temprano que tarde», «el final llegará», «el Estado de derecho no cederá»... Nunca se les escucha hablar de construir un futuro mejor. Y es lógico, porque permanecen anclados en el pasado, en un pasado que han ido sacralizando por el mero hecho de que decidieron que nunca habría nada mejor que lo que redactaron los «padres fundadores» o los «padres de la Constitución».
En nuestro país, en estos momentos y como viene ocurriendo en los últimos años, la ciudadanía prefiere atisbar un horizonte de esperanza y está dando la espalda a una élite cuyos integrantes no presentan más que un gris currículum institucional como único aval de su supuesto compromiso político. Una élite tan alejada de la realidad que, por ejemplo, no tiene empacho en presentar como un hito histórico el hecho de que sean ellos, y no otros, quienes ocupen unos cargos que nunca habrían ocupado si no hubieran anulado los votos de más de cien mil personas.
En clave de proceso democrático
Los graves acontecimientos que han marcado esta semana, evidentemente, también dejarán huella en este sinuoso trayecto que se viene denominando «proceso democrático». Cuando se siguen acumulando interrogantes sobre lo que sucedió con Jon Anza desde el 18 de abril hasta la medianoche del día 29 -desde que llegó a Toulouse hasta que fue ingresado en el hospital Purpan- y sobre la actuación de la Fiscalía y la Policía Judicial francesas durante los últimos diez meses, el fatal desenlace del tiroteo de Dammarie-les-Lys, en el que resultó muerto el policía Jean-Serge Nérin, ha contribuido a espesar las nubes de incertidumbre que todavía se ciernen sobre este proceso.
Ha sido preocupante constatar que muchos portavoces políticos vascos y españoles decidieron, sin ningún pudor, poner el foco en la reacción de la izquierda abertzale y apartarlo de los hechos que realmente ocurrieron la noche del martes a las afueras de París. No tuvieron que esperar mucho para conocer la reflexión de la izquierda abertzale, que el miércoles reclamó a ETA y a los estados español y francés «compromisos claros y concretos» para superar el conflicto.
Sin restar ni un ápice de gravedad a los hechos registrados en Dammarie-les-Lys, y recordando que apenas unos días antes se había localizado el cuerpo sin vida de Jon Anza, la izquierda abertzale lanzó un mensaje que resume perfectamente su estrategia: «Ahora más que nunca hemos de consolidar el proceso democrático puesto en marcha tras el debate [interno], proceso basado en la activación popular y la acumulación de fuerzas y que debe llevarse adelante exclusivamente por medios políticos y democráticos en ausencia de toda violencia». No está buscando la izquierda abertzale un desenlace favorable a «sus intereses partidistas», que también los tiene, sino avanzar hacia un futuro mejor para todos. Y propone construir entre todos un escenario en el que se puedan ir visualizando los cambios que tienen que impulsar todos los agentes implicados y, cómo no, la propia ciudadanía.
Si bien el comunicado de ETA que publica hoy GARA es anterior al emplazamiento lanzado por la izquierda abertzale y la fecha del 10 de marzo nos sitúa en la víspera de que se comunicara oficialmente la aparición del cuerpo de Jon Anza y una semana antes del tiroteo en Dammarie-les-Lys, esta declaración de la organización armada también se ubica en el marco del «proceso democrático». ETA asegura estar dispuesta a dar «los pasos que sean necesarios» para favorecer el cambio político y reitera su voluntad de contribuir a la resolución del conflicto, apelando a que el proceso democrático debe levantarse sobre bases sólidas.
Es probable que los partidos del unionismo español y los medios de comunicación que han decidido ser beligerantes en este conflicto y no favorecedores de una solución -pese a caer en el ridículo una y otra vez, como han hecho ahora a costa de cinco bomberos catalanes- vuelvan a proclamar que no observan ningún movimiento. Ellos prefieren estar inmovilizados.