EEUU aprueba la reforma de su sistema de salud
Obama logra una histórica reforma del sistema sanitario
Se jugó su futuro político a una carta y ha salido victorioso, aunque con jirones y tras grandes esfuerzos. Está por ver si la victoria de Obama le sirve de acicate para impulsar sus reformas en pleno año electoral.
GARA | WASHINGTON
El presidente de EEUU, Barack Obama, logró un triunfo determinante para su futuro político cuando la Cámara de Representantes, después de una semana de alta tensión e intensas negociaciones, aprobó un proyecto de ley de reforma de salud que otorgará seguro a decenas de millones de estadounidenses.
A las 20:45, hora local, se logró la mayoría (el voto final fue 219 a favor y 212 en contra) entre gritos de «¡Sí, se puede!» y ovaciones de los demócratas, y se aprobó el proyecto de reforma de salud, después de intensos debates y negociaciones abiertas y a puerta cerrada.
La Cámara Baja aprobó una versión ya sancionada por el Senado, la cual, sin cambios, podría ser enviada directamente al presidente Obama para ser promulgada ley. Sin embargo, la misma cámara aprobó una legislación adicional con algunos cambios a la versión del Senado, que ahora tendrán que ser aprobados por la Cámara Alta y sólo después serían enviados al mandatario para su promulgación. La mayoría demócrata en el Senado ha prometido aprobar esos cambios, lo que podría realizarse esta misma semana.
Así, habrá dos proyectos de ley sobre el mismo tema, y el inquilino de la Casa Blanca podría promulgarlos por separado (según algunas versiones, a más tardar mañana mismo) o al mismo tiempo. En el momento en que promulgue esta primera propuesta de ley, habrá una reforma de salud en Estados Unidos; la segunda agregaría cambios a la primera.
El debate se alargó durante todo el día, con maniobras y discursos de conservadores para entorpecer el proceso. De hecho, al culminar la votación se violó el protocolo cuando un legislador republicano gritó a un demócrata «¡asesino de bebés!» por su apoyo a la iniciativa.
34 demócratas en contra
De hecho, aunque la oposición republicana se ha presentado desde el principio como la amenaza principal, fueron las divisiones entre los demócratas -además de una creciente rebelión de la ultraderecha por un lado, y del enorme poder de la industria de la salud (aseguradoras, farmacéuticas, hospitales, etcétera) por otro- lo que en los últimos meses estuvo a punto de echar por tierra la iniciativa de Obama.
Con este triunfo, los demócratas hablaron de hito histórico, tras recordar que no era aceptable que más de 40 millones de estadounidenses no contaran con seguro de salud, y que unos 18.000 mueran al año por falta de acceso a esos servicios.
Jirones en el camino
Pero para algunos el triunfo fue, en sustancia, menor Las concesiones de Obama y los líderes demócratas del Congreso primero para intentar obtener algún apoyo bipartidista -que fracasó rotundamente-, y después para obtener los votos de demócratas conservadores, sacrificaron varios elementos iniciales de la reforma, sobre todo la llamada opción pública, según la cual el Gobierno intervendría para garantizar seguros médicos a toda la población, e hicieron que el resultado generara cierto desencanto.
En la recta final, varios legisladores que defendían una versión más progresista amenazaban con votar en contra de la iniciativa, apoyados por agrupaciones ciudadanas que habían promovido en su día una reforma muy poco parecida a la que el domingo se aprobó. De hecho, a última hora el presidente Obama cedió ante demócratas antiaborto, al prometerles que emitirá una orden ejecutiva para mantener restricciones al uso de fondos federales para servicios de interrupción del embarazo no deseado. Aún y con todo, 34 demócratas se negaron a apoyar la gran iniciativa de Obama, aunque fueron insuficientes para lograr torpedearla.
Al final, el presidente, en intensas negociaciones directas con representantes y en foros públicos para generar presión, convenció a suficientes legisladores de que el futuro, no sólo de su presidencia, sino de los demócratas en su conjunto, dependía de este voto.
El «sueño americano»
«Esta noche respondimos a la llamada de la historia, como tantos americanos han hecho antes de nosotros», señaló Obama en un discurso televisado, para recordar que, después de un siglo de intentos y décadas de debates, el domingo se ofreció a este pueblo «la seguridad de saber que ni la enfermedad ni un accidente lo privará del sueño americano».
El inquilino de la Casa Blanca enmarcó este triunfo en el hecho de que finalmente se cambiará un sistema «que funciona para las aseguradoras, pero no para las familias trabajadoras». A la vez, subrayó que la decisión del Congreso estadounidense envía el mensaje de que «todavía somos un pueblo capaz de hacer cosas grandes (...) Esta noche hemos superado los límites de la política, justo cuando todos los expertos nos advertían de que no era posible», señaló.
Agradeció, más allá del liderazgo demócrata del Congreso y de su equipo, a la gente anónima que hizo algo por apoyar esta iniciativa, y señaló que eso demuestra que el cambio «no proviene de arriba abajo, sino de abajo hacia arriba».
El presidente apostó una enorme parte de su capital político en lograr este paso en el primer año de su presidencia. Siempre se trató de algo más que lo que se caracteriza como el cambio más importante en el sistema de salud en más de cuatro décadas: estaba en juego nada menos que la presidencia de Obama. Los republicanos y otros opositores habían determinado que la mejor manera de infligir una derrota mortal a la nueva presidencia era hacer descarrilar su principal proyecto político, la reforma de salud. Un triunfo era crítico para Obama, ya que una derrota debilitaría a tal grado su administración que pondría en jaque todas sus otras iniciativas.
Oposición numantina
La Casa Blanca informó de que desde el pasado lunes el presidente habló en persona o por teléfono con más de 90 legisladores, en la recta final para asegurarse la votación.
Y el juego aún no ha concluido. En el plazo inmediato, algunos cambios al proyecto aprobado en la noche del domingo están ahora en un plan por separado, que debe ser aprobado por el Senado en los próximos días. La minoría republicana en el Senado anunció ayer que intentará prolongar la querella intentando hacer fracasar la aprobación de las correcciones correspondientes.
Y es que el equipo demócrata ya ha prometido que promulgará rápidamente un conjunto de modificaciones o correcciones, inmersas en un documento de 150 páginas y que acomodarían el texto a las exigencias de la Cámara Baja.
Los republicanos tienen como objetivo impugnar la legitimidad del procedimiento, conocido como reconciliación, por el que los demócratas aspiran a adoptar esas modificaciones o por mayoría simple de 51 votos sobre 100. Ese recurso sirvió precisamente para sortear la pérdida de la mayoría cualificada en el Senado por los demócratas en Massachusetts.
Pero, a medio plazo, ambos partidos se dedicarán a usar la reforma de salud para sus fines electorales, ante los comicios legislativos programados para noviembre. Los republicanos continuarán atacando el proyecto como una expansión del «gobierno excesivo», como una muestra de gasto irresponsable y una intervención injustificada en las vidas privadas. Desde la noche del domingo, Obama pasó al contraataque recordando los beneficios de esta reforma para las mayorías.
¿Impulso a las reformas?
La duda, ahora, es de si este éxito legislativo de Obama supondrá un impulso a su campaña de reformas y cómo afectará a la larga campaña electoral que ya se ha iniciado.
Entre los analistas, pocos dudan del carácter histórico de la votación. «Una victoria para el alma americana», resumió el premio novel de Economía, Paul Krugman, quien no ha ahorrado recientemente duras críticas a la Administración Obama.
«En el futuro se considerará como un voto histórico», coincide Dah Shea, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Allegheny (Pennsylvania), quien añade que «va a cambiar las relaciones entre el Gobierno y los administrados y el papel del Estado en la salud».
Cuestión ésta muy peliaguda en el imaginario político estadounidense. Y es que si a nadie se le escapa que Obama y los suyos necesitaban un triunfo así para recuperar la moral y demostrar que las ansias de cambio comienzan a materializarse -tras un comienzo de año horrible-, está claro que en la victoria de Obama se deja muchos jirones y tiene un coste político. Mayor si tenemos en cuenta, como reconoció el propio presidente, que el plan es impopular entre amplias capas de la población -de la opinión publicada-.
Pese a que algunos insisten en que el tema de la reforma sanitaria aún no está cerrado y centrará los debates de campaña electoral, está claro que no es sino el primero, aunque importante, paso en la promesa de reformar en profundidad del imperio: así, sus próximas y decisivas batallas serán la regulación del sector financiero, la lucha contra el cambio climático y la reforma de la legislación sobre inmigración. Todo ello en vísperas de los comicios de medio mandato de noviembre
La cobertura sanitaria universal seguirá sin existir en EEUU tras la puesta en marcha de la nueva ley que, con todo, trata de remediar este mal endémico ampliándola a 32 millones de estadounidenses. Sin embargo, más de 14 millones de personas seguirán oficialmente desamparadas.
Según la oficina del censo de EEUU, el porcentaje de personas sin cobertura sanitaria en 2008 ascendía al 15,4% de la población, es decir, 46,3 millones de personas. Entre ellas figuran 10 millones de ciudadanos extranjeros que residen en EEUU.
Por si esto fuera poco, muchos millones de estadounidenses disponen de coberturas de enfermedad que no cubren la totalidad de sus gastos, eso en un país en que los gastos médicos y farmacéuticos son exorbitantes.
La reforma de Obama prevé cubrir al 95% de los estadounidenses menores de 65 años.
La mayoría de los actuales asegurados (58,5%) son cubiertos por pólizas suscritas por sus empleadores. Pero en caso de despido, muchos de ellos se encuentran desde el día siguiente sin ningún tipo de cobertura.
El resto de asegurados son cubiertos por pólizas privadas o pos sistemas de cobertura pública, entre los que destacan el Medicare (que cubre a discapacitados y a mayores de 65 años, un total de 43 millones de personas), y el Medicaid (que cubre a personas desfavorecidas, otros 42,6 millones de personas).
Según datos de la OCDE, EEUU dedica más dinero que ningún otro país industrializado a la salud. En 2007, los estadounidenses consagraron el 16% del PIB a presupuestos sanitarios, cinco puntos porcentuales más de media que el Estado francés, Suiza y Alemania, los tres países industrializados que más gastan en salud después de EEUU.
El estudio de la OCDE precisa que los estadounidenses gastaron 7.290 dólares por persona de media en 2007 en salud, 3.000 dólares más que los noruegos o los suizos, que siguen a EEUU en términos de gasto por persona en salud. GARA