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Xabier Oleaga Arondo Periodista

Requiem por un imposible

 

Si fuera posible no lo exhibiría en un artículo periodístico. A poco que tuviera un viso de materialización, sería para tratarlo en la recocina, no para exponerlo. Pero entiendo que está condenado de antemano. Así que tómenselo como un modesto ejercicio de ilusionismo político.

Sitúense en las elecciones locales del año que viene. Imagínense una alianza electoral, preelectoral para más detalle, entre el PNV y la izquierda abertzale histórica. Una lista única, con un programa electoral único, pactados los acuerdos y desacuerdos, que obviamente serían también numerosos y de calado. Una lista en la que, junto a candidatos de ambas formaciones, confluyan también los de aquellas que están dispuestas a hacer causa común frente a la alianza entre PP y PSOE. Se trataría en realidad de un proyecto que implicaría a los que en su día compartieron Lizarra-Garazi.Una vez alcanzada la representación, cada cual tendría opción a formar grupo institucional propio, como hacían EA y PNV cuando iban coaligados.

Estaríamos hablando de un proyecto coyuntural, con la vista puesta en la necesidad de realizar una apuesta decidida, audaz e inaplazable para regenerar un marco democrático ante un inminente final de la actividad armada de ETA.

De hecho, la Ley de Partidos no sólo cierra el camino democrático a la expresión electoral de una parte importante de nuestra sociedad, sino que además distorsiona la sociología del país en sus órganos de gobierno institucional.

PSOE y PP, léase UPN y PSOE en Nafarroa, una vez instalados en Ajuria Enea tratarán de hacer lo mismo ahora, es la hipótesis, en diputaciones y capitales de herrialde. Aunque ETA anunciara un cese el fuego, o la izquierda abertzale fuera profundizando en la distancia hacia la organización armada, el Estado trataría de prolongar el veto legal a esta formación con el fin de que los dos grandes partidos estatales siguieran sacando ventaja institucional de la presente situación.

¿Y por qué iban a coaligarse PNV e izquierda abertzale histórica? Ciertamente, un encuentro como el que dio lugar a Lizarra-Garazi, por evolución entre las dos formaciones, resultaría hoy irrepetible. Pero podría haber un factor tal vez más determinante a favor del encuentro: el interés.

Por parte del PNV, el interés en no verse desalojado de diputaciones y ayuntamientos de capitales. Por parte de la izquierda abertzale, el interés por superar su estado de ilegalización actual y, lo que es más importante, por crear condiciones para un marco democrático de futuro.

Es evidente que a los jelkides les entraría urticaria sólo de pensar en esta posibilidad. Pero, desde el realismo político del que tanto alardean, ¿tendrían una opción mejor para asegurar las diputaciones de cara a esta contienda electoral? Siempre se puede emplazar a posibles acuerdos postelectorales, claro está, pero no sin asumir un riesgo de una dimensión y una evidencia manifiestos.

Y la izquierda abertzale histórica, con la misma urticaria seguramente, ¿tendría a su vez una mejor opción? También podrían aludir al proyecto soberanista compartido con otras fuerzas. Una versión electoral del mismo sería comprensible, ciertamente, confiando en su capacidad transformadora y en eventuales pactos postelectorales. Ir sentando bases y modos de articulación de ese ámbito, el embrión del cuarto espacio del futuro, el motor del independentismo del devenir, entiendo que es tarea fundamental desde ya mismo. Pero, la alternativa electoral de ese proyecto, ¿lograría superar dentro de menos de un año el larguero de la ilegalización que amenaza a la izquierda abertzale histórica? ¿Por qué no asegurar la superación de esta prueba y darle más tiempo de maduración a la confluencia soberanista, de cara a las próximas autonómicas de la CAPV, por ejemplo?

Bien, identificados los intereses de cada parte, ya tendríamos la materia de intercambio. El PNV, por su parte, aseguraría liderar diputaciones y capitales de herrialde. La izquierda abertzale contaría por parte del PNV con el compromiso de la restauración de Udalbiltza y proyectos similares, así como en la puesta en marcha de un amplio movimiento social y político, con importante despliegue internacional, por una regeneración democrática. Algo parecido a lo que viene predicando el inagotable Brian Currin. Se lo he oído predicar con éxito de acogida en muy diferentes foros. No sería difícil imaginar a partir de ahí algún tipo de plataforma de composición plural agrupada en torno a puntos como éstos: aplicación de los derechos humanos, derechos civiles y políticos, acogiéndose al principio «todos los derechos para todas las personas»; el reconocimiento de Euskal Herria; el reconocimiento de su derecho a decidir; el reconocimiento de las víctimas de diferente naturaleza generadas por el conflicto político y las consiguientes medidas de compensación y amparo social; todo el capítulo referente a los presos, revisión de leyes antiterroristas, revisión de condenas, suspensión de la Doctrina Parot, puesta en libertad de presos enfermos, acercamiento a las familias...

En esto consiste la historia que les quería contar. ¿Se imaginan un escenario político de estas características? ¿A que podría ser de todo menos convencional, tedioso o rutinario; de todo menos gris, mediocre y desesperanzador? Por eso me he atrevido a irrumpir en su intimidad y compartir con ustedes este ejercicio de ilusionismo, realizado por un abertzale en vísperas del Aberria Eguna. Sean considerados, el ADN político se dispara en fechas y circunstancias determinadas.

Pero no tienen nada que temer ni el PSOE ni el PP. El matrimonio que de momento llevan de manera ejemplar, no cuenta con dificultades previsibles en el horizonte. Ni el PNV ni la izquierda abertzale histórica están pensando en nada parecido a lo que aquí se cuenta. No necesitan que yo se lo diga (admito sugerencias en xoleaga@hotmail.com). Réquiem pues por algo ya de antemano es imposible.

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