Las elecciones regionales tendrán lugar mañana en trece de las 20 regiones en las que se articula Italia y tienen valor de test estatal para el Gobierno Berlusconi, en el poder desde hace dos años, porque será la única cita electoral hasta las legislativas de 2013.

Como en cada elección, Il Cavaliere ha transformado el voto «en un plebiscito», implicándose en primera persona en la campaña electoral, señala el politólogo Marc Lazar.

Con una popularidad a la baja (44%), pero que «muchos líderes europeos le envidian» -recuerda el experto-, el magnate de los medios de comunicación se ha implicado de lleno con entrevistas en radio y televisión y mítines en el norte y sur del país.

El objetivo, evitar que sus potenciales electores no vayan a las urnas, en particular los seguidores de su formación, el Pueblo de la Libertad (PdL).

El PdL ha quedado recientemente desacreditado con la detención en febrero de electos sorprendidos en el momento de cobrar comisiones. A comienzos de marzo, escándalos similares estallaron en Lombardía (región de Milán) y Lacio (Roma).

Nando Pagnoncelli, del Instituto Ipsos, confirma un riesgo de aumento de la abstención debido «a la preocupación por el desempleo y a la impresión de que la clase política y los medios hablan de cualquier cosa menos de la crisis».

Berlusconi espera que la manifestación del pasado fin de semana invierta la tendencia aunque ya ha revisado a la baja sus expectativas. Si antes hablaba de ganar en seis regiones, ahora se confirma con cuatro (los feudos de Lombardía y Véneto junto con Campania y Calabria).

Otras cinco, entre ellas Toscana y Emilia-Romaña, deberían seguir en manos del centro-izquierda, cuya principal fuerza, el Partido Democrático, «ve crecer su índice de confianza», señala Pagnoncelli.

La batalla es cerrada en Piamonte, donde un candidato de la Liga Norte hace peligrar el triunfo de la oposición.

La Liga Norte aspira además a superar a sus socios del PdL en Véneto y en Lombardía. Los expertos auguran que, de confirmarse esa tendencia, la formación de Umberto Bossi podría cobrar cara su alianza con Berlusconi, no sólo con reivindicación autonómicas sino forzando la salida del otro aliado y presidente de la Cámara de Diputados, Gianfranco Fini.