Nuri al-Maliki fue aupado por EEUU a la Jefatura del Gobierno en 2006, en un momento en el que Irak estaba al borde del abismo de la guerra civil por la violencia interconfesional. Con 60 años de edad, es un militante chií con una larga trayectoria política.

Nacido en Twairij, cerca de la ciudad santa chií de Kerbala, se adhirió en la Universidad al movimiento Al-Dawa (La Llama), creado para luchar contra la ideología laica vehiculada por el partido Baaz de Saddam Hussein y contra todo lo que oliera a comunismo.

A comienzos de los años 1980, tras la prohibición de Al-Dawa, Al-Maliki se refugió en Irán y después en Siria, donde siguió militando a favor del derrocamiento de Saddam. Tras la invasión volvió a Irak, donde jugó desde el primer momento un papel de primer plano en las cuestiones políticas.

Elegido al frente de la Comisión de Seguridad del Parlamento transitorio en 2005, fue uno de los principales instigadores de una ley «antiterrorista» particularmente represiva. Formó parte también, entre 2003 y 2004, del comité encargado de purgar el aparato del Estado de antiguos miembros del Baaz.

Convertido en primer ministro en mayo de 2006, Al-Maliki afirmó entonces haber aceptado el cargo por sentido del deber más que por ambición política.

No obstante, se despojó rápidamente de su imagen de primer ministro interino y comenzó a extender su influencia, hasta el punto de dejar su impronta por todo el país, lo que le ha costado acusaciones de autoritarismo por sus rivales chiíes y sunníes.

Concentró las iras del movimiento chií antiocupación Al-Sadr cuando lanzó en 2008 una ofensiva contra su milicia armada, el Ejército de El-Mehdi, en todo el país. Ese mismo año trató de reivindicar el mérito del descenso de la violencia, aunque los expertos lo imputan al refuerzo estadouni- dense y a la decisión de las tribus sunníes de alinearse contra Al-Qaeda.

Tras su triunfo en las provinciales de enero de 2009, presentó en marzo una lista interconfesional pero con escasa presencia sunní y kurda.