No quiere adjudicarse el mérito el ex entrenador txuri urdin, pero el denominado «efecto Lillo» ha causado en el Almería un resultado reparador y positivo para sus intereses. El club andaluz iba camino de Segunda de la mano de Hugo Sánchez, sangrando en defensa e incapaz de perforar la portería rival.

La Navidad no fue época de amor y fraternidad para el club que preside Alfonso García, quien tuvo que tomar una seria determinación por esas fechas para virar el érratico rumbo de su nave. Despidió al técnico mexicano -héroe en la campaña anterior- y entregó las llaves del vestuario a un Juanma Lillo que volvía a la máxima categoría después de no haber podido culminar el ascenso con la Real.

El tolosarra consiguió reparar en tiempo récord las vías de agua de la embarcación almeriense y los resultados llegaron en el mismo momento en que se sentó en el banquillo. Desde entonces, la estadística le avala y desmonta esa leyenda urbana que hay sobre sus cualidades como entrenador, en la que sus detractores le acusan de ser un hombre-teoría, pero sin saber ponerla en práctica.

Los números son aplastantes. Lillo acumula 23 puntos en trece encuentros al frente del equipo, desde que se hiciera con sus riendas el pasado 3 de enero frente al Xerez. La comparación es odiosa: Hugo Sánchez sólo fue capaz de extraer 13 puntos de quince partidos disputados.

Guarismos que hablan de un Almería «Champions» en lo que va de segunda vuelta y que ha sabido imponerse -dato muy importante- a los rivales que estaban en su misma pelea, léase Xerez, Sporting, Atlético de Madrid, Racing, Málaga o Zaragoza. Desde que el míster guipuzcoano llegó a tierras almerienses, los suyos sólo han perdido contra dos conjuntos de la parte alta, Sevilla y Valencia, y en ambos casos ha sido lejos del estadio de los Juegos del Mediterráneo.

Rentabilidad goleadora

Otra de las características que le dan cierta impronta a este nuevo Almería es la extraordinaria rentabilidad que obtiene de los goles que anota, escasos pero decisivos, y de un modelo futbolístico que apuesta por el control y la posesión de la pelota. Un aspecto este último de forzoso cumplimiento, dado que, tras el traspaso de Negredo al Sevilla, el once almeriense se ha tenido que acomodar a un dibujo en el que no cuenta con un delantero centro al uso.

La velocidad de Piatti y Crusat, a los que Lillo les devolvió la confianza perdida, sustituyen la ausencia de una torre en el puesto de ariete. Afortunadamente para Osasuna, el primero, sancionado, no estará en El Sadar, al igual que Soriano, otro de los puntales del esquema del tolosarra.

Los rojillos están avisados de que les visita uno de los peores enemigos a estas alturas de temporada y sólo si exhiben un ritmo similar al que ofrecieron en el Nou Camp podrán superar a un conjunto en el que las ideas de Lillo han dado sus frutos.