CRíTICA cine

«El libro de Eli»

Koldo LANDALUZE

Nueve años después de “Desde el infierno”, los hermanos Albert y Allen Hughes han retornado a nuestras pantallas con un filme futurista y apocalíptico que tiene en su muy explícito planteamiento bíblico su principal lastre. Todo lo contrario a películas que han tratado temáticas muy similares como, por ejemplo y salvando mucho las distancias, la eastwoodiana “El jinete pálido”.

En esta oportunidad, Denzel Washington interpreta el rol de un solitario y letal guerrero que porta en su mochila un libro que se convertirá en objeto de deseo de un cacique local que pretende utilizarlo para «domar» a los habitantes de su poblado. El misterio se revela rápidamente, en cuanto el espectador descubre que semejante arma de poder, el libro de Eli, no es más que el único ejemplar de la Biblia que queda sobre la devastada faz de la Tierra.

Si los hermanos Hughes hubieran optado por una lectura menos interesada a la hora de ensalzar las bondades de un libro, la Biblia, que lo único que ha causado a la Humanidad es un sinfín de guerras y atrocidades, quizás el resultado hubiera sido bien distinto, pero los autores de “Dinero para quemar” se han decantado por un subrayado intencionado a la hora de convertir a la citada publicación en toda una fuente de bondades. Dios, en su infinito capricho, quiere –según los hermanos Hughes– evitar que su palabra sea olvidada entre los humanos y ha decidido reclutar a un guerrero que, tocado por su dedo divino, superará cualquier tipo de contrariedad en su sagrada misión de custodiar y trasladar la última Biblia a un lugar concreto.

Ni siquiera los tímidos apuntes al western, el guiño sonoro a la tonadilla de “Érase una vez en América” que compuso Ennio Morricone, ni la cuidada reproducción de un planeta devorado por su enésima guerra, consiguen despertar las simpatías de un patio de butacas al que le cuesta demasiado ser partícipe de esta cruzada apocalíptica trazada con infantil precisión católico-apostólica.