Es la sensación que dejó la asamblea extraordinaria del pasado viernes. En ella ni siquiera se consumó el objetivo para el que se había convocado a los socios compromisarios: votar un acuerdo para establecer el calendario de las elecciones. Y lo más sorprendente no fue el que los propios citados se quedaran con las papeletas en la mano -abducidos por el anuncio de que a continuación se iba a ofrecer un ágape- sin poder ejercer su derecho, sino que ello no levantara ni una sola protesta.

Es más, el convencimiento previo de que lo que allí se estaba tratando iba a ser aprobado sin oposición alguna fue tal que hasta el propio gerente del club habló durante su alocución en términos de hechos consumados cuando todavía no se había llegado a la fase de a la postre inexistente votación.

Todo queda tapado y hasta las mínimas formas sobran cuando los resultados deportivos son los deseados, pero eso no es ni lo lógico ni lo deseable. La adormecida masa rojilla opta por el «laissez faire, laissez passer».