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Raimundo Fitero

Las ideas

Hace tiempo que no se habla de la contraprogramación y, sin embargo, estamos, probablemente, en los momentos de mayor intensidad de su uso y se hace de las formas más directas y burdas. Si se mira las apariciones y caídas de programas y series, de la lucha cuerpo a cuerpo en todas las franjas horarias de las generalistas y de las maneras que están realizando esas batallas, convendremos con facilidad en que el problema actual es la falta de ideas. El inmovilismo generalizado, la reiteración y la falta de alternativas es lo que domina las decisiones.

Los formatos que funcionan de manera fehaciente apenas han tenido cambios sustanciales desde hace décadas, se vienen considerando las franjas horarias como nichos de edades muy controladas, cuando la sociología y hasta la nueva situación de crisis y el aumento del paro debería hacernos pensar en posibilidades más amplias y los géneros se delimitan con la imaginación de los equipos de guionistas y de la fuerza comunicativa de los presentadores o el reparto. Por lo tanto, el problema no parece estar en la invención de novedades rompedoras, sino en las ideas fuerza que se apliquen en cada momento a lo que se propone. Es las variaciones formales, en las aplicaciones de nuevos conceptos sobre los formatos consolidados lo que proporciona conexiones nuevas con esa clientela tan heterogénea, amplia e incontrolable como es que cada ciudadano sea un potencial televidente.

Podríamos indicar que estando este observador actualmente bajo una cobertura televisiva mucho más amplia, no encuentra programas en ningún campo que le llamen la atención más allá de las variables idiomáticas o formales localistas, las insistencias en ciertos aspectos, pero la falta de ideas parece notable en todo el globo televisivo. Aquí vemos como se produce la réplica inmediata de todo programa, serie o magacín que funcione. Se copia rozando el plagio porque se entiende que es mejor ese remedo defensivo que buscar una oferta novedosa. Las ideas deben costar mucho. O no las compra nadie. Se sobrevive con los sucedáneos y lo clásico. Esperábamos mucho de la TDT y comprobamos como tampoco ha servido demasiado para mover el cotarro.

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