«La espiritualidad de los nocturnos de Chopin me ha atraído desde siempre»
El madrileño Luis Fernando Pérez es ya, a sus 32 años, uno de los pianistas más internacionales del Estado español, además de prestigioso especialista en el repertorio de autores ibéricos como Granados o Albéniz, con cuya «Iberia» saltó a la fama hace algunos años. Su última grabación, no obstante, está dedicada al compositor más celebrado durante este año, Chopin.
Mikel CHAMIZO | BILBO
La última visita del pianista Luis Fernando Pérez a Euskal Herria fue hace menos de un mes, con motivo del Festival Musika-Música que se celebró en Bilbo, que patrocinó la presentación de este disco dedicado a los «Nocturnos» de Chopin y que acogió también otros dos recitales del madrileño.
En su periplo formativo aparecen maestros realmente prestigiosos, como León Fleisher, Alicia de Larrocha o Andras Schiff, entre muchos otros. ¿Quiénes han sido, no obstante, sus influencias principales?
Además de Sánchez-Tirado, mi primer profesor, considero que mis maestros principales han sido tres. Dimitri Bashkirov, con el que entré a estudiar en la Escuela Reina Sofía cuando yo tenía dieciséis años, tuvo una infuencia más directa en mi técnica pianística. Además, fue el que me dio el espaldarazo definitivo en mi decisión de dedicarme al piano, algo que no tenía tan claro antes de estudiar con él. Con Pierre Lauren-Aimard tuve la oportunidad de hacer un curso muy especial en Alemania, pues él había llegado a un acuerdo con la Hochschule für Musik de Colonia para trabajar intensamente la música contemporánea, y eso nos dio a sus alumnos la ocasión de conocer en persona a compositores tan importantes como Ligeti. En cuanto a Alicia de Larrocha, ella fue la que me abrió la ventana hacia el repertorio pianístico español. A lo largo de los años no sólo me dio consejos impagables, sino que también me permitió acceder a documentos y manuscritos de autores como Granados que sólo ella poseía y que son muy reveladores en cuanto a qué cosas y cómo hay que tocar en muchas de estas piezas.
Usted es todavía muy joven, 32 años, y sin embargo es ya uno de los pianistas más internacionales del Estado español. ¿En qué momento se dio cuenta de que esto iba en serio?
Cuando grabé la «Iberia» de Albéniz, sin duda. Fue una apuesta personal muy fuerte. En aquel momento me encontraba en un punto en el que no sabía qué iba a pasar con mi carrera, pues, aunque ya estaba tocando bastante por el extranjero, no terminaba de entrar en el circuito español de pianistas. Fue entonces cuando decidí grabar «Iberia», casi como una última baza. Supuso un enorme esfuerzo económico y tuve que financiarme yo todo el disco. Afortunadamente, al final todo salió bien, la grabación obtuvo una gran acogida y cosechó críticas excelentes, y dio a conocer mi nombre tanto en España como en el extranjero.
Habiendo sido discípulo de De Larrocha, la gran maestra del repertorio pianístico estatal, y con otras grabaciones de enorme autoridad como las de Orozco o Esteban Sánchez, ¿con qué ánimo se atrevió usted a grabar la «Iberia»?
Existe un fenómeno que creo que nos ocurre a todos los pianistas españoles de la nueva generación, y es que automáticamente identificamos la «Iberia» de Albéniz con las grabaciones de De Larrocha. A mí me pasaba tal cual, me ponía a tocar un pasaje concreto de un número de «Iberia» y lo ejecutaba exactamente igual que como lo hubiera hecho De Larrocha. Pero luego, cuando analizas la partitura con más detenimiento, comienzas a descubrir que la de De Larrocha, aunque fantástica, es también una versión muy personal de la «Iberia» y, por lo tanto, no definitiva. Cuando fui consciente de esto, emprendí una cuidadosa investigación de los manuscritos y las partituras originales, analizándolo todo al detalle, cada marca y cada anotación de Albéniz, que son muchas, para extraer de ahí pautas interpretativas diferentes a las de De Larrocha pero, en mi opinión, igualmente válidas.
Y ahora acaba de publicar el primer volumen de dos discos dedicados a Chopin, concretamente a los «Nocturnos», que son probablemente la parte más popular del repertorio del polaco. ¿Por qué ha ido directamente a por esto, y no otros aspectos de la producción de Chopin?
Mi productor en el sello Mirare me propuso grabar algo con motivo del Año Chopin, dándome una libertad absoluta para escoger repertorio. Entonces me dije a mí mismo: «¿Por qué no los «Nocturnos»?». Contienen una intensa espiritualidad que me ha atraído desde siempre y se encuentran entre mis obras preferidas de Chopin. Es verdad que son muy populares desde aquel disco de la Pires e incluso desde antes, ese aura de los «Nocturnos» proviene de la época de Rubinstein, pero eso no fue ningún problema para mí a la hora de escogerlos. De todas formas, se trata de un proyecto mucho más personal que los anteriores, algo que he hecho porque realmente me apetecía, y el disco en el que probablemente me expongo de una manera más directa como intérprete. En cualquier caso, la música de Chopin te da la oportunidad, creo que como ninguna otra, de expresar tu propia personalidad sin dejar nunca de sonar a Chopin.
Pregunta básica, pero obligatoria en este Año Chopin. ¿Por qué es tan imprescindible el polaco para ustedes, los pianistas?
La figura de Chopin significa mucho y en muchos aspectos. Por una parte, fue un revolucionario con el piano, un carácter que creó toda una técnica pianística novedosa nacida directamente de sus necesidades expresivas. Liszt logró algo similar, moldeó nuevos recursos pianísticos, pero la diferencia entre ambos es obvia: el húngaro era una estrella fulgurante del piano, un súper-virtuoso que dejaba boquiabierto al público con sus piruetas con el teclado.
En cambio, Chopin era introvertido, se dice que fue el pianista con más control sobre la dinámica que ha habido jamás, que podía mantener en vilo a toda la sala tocando al borde mismo del silencio. Por otra parte, está también la imagen legendaria de Chopin. Es como un arquetipo del artista romántico, con su vida casi literaria, su relación con literatos de la época, su aura aristocrática, su adoración en los salones de París, sus viajes, su constitución enfermiza... Todo ese cúmulo de cosas lo convierten en un personaje único en la historia de la música.
«Chopin era introvertido, se dice que fue el pianista con más control sobre la dinámica, que podía mantener en vilo a toda la sala tocando al borde mismo del silencio»
«Emprendí una investigación de las partituras originales de Albéniz, para extraer de ahí pautas interpretativas diferentes»