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Chile y Haití, paisajes después del desastre

Un mes después del terremoto que sacudió el área metropolitana de Gran Concepción, en Chile, este diario refleja hoy un catálogo de las pequeñas miserias humanas que suceden habitualmente a las grandes tragedias humanas: bancos que inventan créditos para familias que viven ya muy endeudadas, empresas que aceleran despidos de trabajadores, médicos voluntarios que son enviados por las autoridades a destinos que no son precisamente los más requeridos...

Se repite así una situación que ya salió a la luz dos meses antes, con la enorme tragedia producida en Haití por otro movimiento de tierra y que costó la vida a más de 150.000 personas. La pasada semana, la ONU saludó que la comunidad internacional ha entregado ya 5.300 millones de dólares -más de los inicialmente previstos- para contribuir a la reconstrucción del país, pero esa misma institución admite las dudas sobre la eficacia de esta cantidad y sobre la justicia del reparto. Y la población haitiana, que vio pasar ante sus ojos los uniformes militares antes que los víveres y las medicinas, reitera que tiene motivos para desconfiar. Más aún cuando casi todas las cámaras de televisión y enviados internacionales ya han abandonado el lugar devolviendo a Haití a su secular olvido para el resto del mundo. Un resto del mundo que, por cierto, tiene los ojos bien abiertos y los oídos muy atentos para su vecina Cuba.

Ayer mismo se cumplió un año del terremoto que sacudió a la localidad histórica de L'Aquila, en Italia. Se calcula que a consecuencia del temblor murieron algo más de 300 personas, una cifra similar a las perecidas en Chile. Sin embargo, no todas las zonas del planeta están igualmente protegidas en el paisaje desolador que sucede a estas tragedias. Es por eso que las víctimas de Concepción, y más aún las de Puerto Príncipe, exigen no ser perdidas de vista, no vaya a ser que alguien aprecie oportunidades de negocio donde sólo hay una crisis humanitaria tremenda, y agudice las desigualdades en lugares ya de por sí lastrados por la injusticia social.

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