Unai IRARAGORRI

Se pasa el año encima de un podio, micrófono en mano, o en la carretera, y en su querida Altsasu carga las pilas. «Estoy unos ocho meses fuera de casa al año. Días de trabajo son unos 150, a los que hay que sumar los viajes, que es lo que peor llevo. Vas y vienes. Y cuando estoy en casa enseguida noto que me falta actividad», asegura.

Su trabajo es su vocación. Su padre, periodista de ciclismo, resultó fundamental en este camino que no ha hecho más que empezar (sólo tiene 34 años). «Desde pequeño acompañaba a mi padre a las carreras. Mi primera como locutor fue un Campeonato de Euskadi de ciclo-cross que se disputó en Alsasua en 1996 y seguí con las pruebas de alrededor. En 1997 me surgió la posibilidad de hacer la Vuelta a Álava y después el GP Llodio, ¡imagínate! Una semana después me llamaron de la Vuelta a España, que me habían escuchado y me ofrecieron ir. Ya llevo trece consecutivas», resume.

El navarro pelado ha diversificado su actividad a otros deportes, ya que está claro que el ciclismo no vive su edad de oro, todo lo contrario. «El ciclismo no está para tirar cohetes. Antes había 130 carreras de profesionales y ahora son 70. Lo que más me gusta es el ciclismo, aunque de todo se aprende. Las motos me encantan, por ejemplo, el Freestyle de Bilbao o el Campeonato del Mundo de trial, y también he trabajado en la Liga San Miguel de traineras o la reciente Copa del Rey de baloncesto en Bilbao, y también hice un Mundial de pelota».

Trabajo no le falta, pero si está donde está no es por casualidad. Antes y después de cada evento hay un trabajo que no se ve. «Mi hermana Mónica es fundamental para mí; es mi mano derecha y trabaja a la sombra». Recopila datos y palmares a diario. «Me permiten dar tres pinceladas rápido», aclara.

Tras la Vuelta al País Vasco, el próximo miércoles no faltará en la Vuelta a Castilla y León. «Soy un profesional y vivo de esto, de locutor, animador o speaker, como lo quieras llamar. Me dedico a ello. No me hago millonario y soy autónomo. Es la diferencia respecto a carreras en las que el speaker es un amigo del organizador. Es uno de los grandes problemas con los que me encuentro. Yo hago mis facturas y mi declaración. Soy profesional y con mi trabajo el organizador es un problema menos del que se tiene que preocupar», explica.

Es un profesional reconocido e incluso en su Facebook cuenta con un club de 760 fans nada menos. «Estoy abrumado», confiesa. Además, tiene una página web, www.juanmariguajardo.com, un vehículo fundamental para todo aquel aficionado u organizador que quiera conocer su trabajo.

Le gusta el feedback con el aficionado y calentar el ambiente en las metas, cuando esperan al pelotón. «Con el tiempo, aprendes a motivar y a mantener al público a la expectativa. Preguntas al público cuál es su favorito, de dónde vienen. Es algo que me gusta mucho», afirma.

Armstrong, el más mediático

No tiene dudas de que Contador y Armstrong son los corredores de referencia y más mediáticos en la actualidad. «Lo de Armstrong traspasa lo deportivo. Es una estrella del rock. Yo creo que ha hecho bien al ciclismo, hay más medios. Y el resto están un poco por debajo. Hoy por hoy son los dos corredores más mediáticos, salvo en Bélgica, donde los clasicómanos son como dioses».

«Ya coincidí con Armstrong en las vueltas a Murcia de 2003 y 2004 y no era tan mediático como ahora. Conmigo siempre ha tenido un comportamiento muy correcto, saluda y responde a alguna pregunta. El año pasado regresó y en la Vuelta a Castilla y León el cambio fue radical. Era increíble el seguimiento que tenía. Incluso estuvo un equipo de la BBC. El acoso era total. Este año le he visto mucho más tranquilo y he podido acceder a él. Nunca he tenido un problema con los corredores. Si no tienen ganas de hablar, lo entiendo y lo respeto», señala.

Como los más divertidos, destaca a los italianos. «Son muy cachondos. Son muy queridos dos veteranos como Cuesta y Txente García. Otro cachondo es Pereiro», concluye antes de retomar su micrófono y hacer más amena la tarde en meta a la espera de Valverde y compañía.